Andenes
Te gusta llegar a
la estación
cuando el reloj de
pared tictaquea,
tictaquea en la
oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra
sus párpados
de viajera fatigada
y los rieles ya se
pierden
bajo el hollín de
la oscuridad.
Te gusta quedarte
en la estación desierta
cuando no puedes
abolir la memoria,
como las nubes de
vapor
los contornos de
las locomotoras,
y te gusta ver
pasar al viento
que silba como un
vagabundo
aburrido de caminar
sobre los rieles.
Tictaqueo del
reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos
nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde
querías llegar
como el niño el día
de su cumpleaños
y los viajes de
vuelta de vacaciones
cuando eras -para
los parientes que te esperaban-
sólo un alumno
fracasado con olor a cerveza.
Tictaqueo del
reloj. El jefe-estación
juega un solitario.
El reloj sigue diciendo
que la noche es el
único tren
que puede llegar a
este pueblo,
y a ti te gusta
estar inmóvil escuchándolo
mientras el hollín
de la oscuridad
hace desaparecer
los durmientes de la vía.
Jorge Teillier. De
"El árbol de la memoria" 1961
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