Lección 4 SCHOPENHAUER, Witold Gombrowicz
Cristina Fernández
Cubas en el prólogo que escribió para la
edición del libro Curso de filosofía en seis horas y cuarto de Witold
Gombrowicz cuenta que estando ya enfermo muy grave, muy dolorido prácticamente
de muerte, entre el 27 de abril y el 25 de mayo de 1969, el escritor polaco
Witold Gombrowicz da en su domicilio de Vence, al sur de Francia, una especie
de curso antiacadémico de filosofía a un auditorio reducido: su esposa Rita y
el poeta Dominique de Roux, coautor de un libro de entrevistas a Gombrowicz
publicado apenas un año antes.
El curso es un invento del joven poeta y ocurrente amigo
de Witold no sólo para distraer del dolor al enfermo sino para hacerle olvidar
la recurrente idea del suicidio, ya había pedido un arma y veneno. Como toda
ayuda, el "profesor" Gombrowicz recurre a viejas anotaciones y a un
puñado de libros que compró en la Argentina, durante su estadía de años. Entre
esos libros se cuenta una edición de 1948 de las Lecciones preliminares de
filosofía, de Manuel García Morente.
Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y
CUARTO
Lección cuarta
Jueves, 1 de mayo de 1969
SCHOPENHAUER
Después de Kant hay una línea de pensamiento que podría
dibujarse así:
Fichte
Schelling.
Idealismo alemán
Hegel
«Idealismo», ¿por qué?
Porque la filosofía subjetiva se ocupa de las ideas.
Kant tuvo dos sucesores (cosa curiosa) de dos géneros
diferentes:
Schopenhauer
Nietzsche
Arthur Schopenhauer (siglo XIX).
Nacido en Danzig.
Adopta el sistema
kantiano con una formidable diferencia, que consiste en esto.
Después de Kant todos los filósofos quisieron ocuparse de
la cosa en sí, de lo absoluto. Ahora
bien, Schopenhauer se levanta y dice: «Resulta que nadie sabe lo que es la cosa
en sí, pues bien, yo lo sé».
El mundo queda estupefacto y Schopenhauer prosigue: «Lo
sé por intuición interior». Intuición
significa un saber directo, no razonado sino «absoluto».
El razonamiento de Schopenhauer es el siguiente.
El hombre es también una cosa. Por tanto, si yo soy una cosa, tengo que
buscar en mi intuición mi absoluto, aquello que soy en mi esencia. Y, dice Schopenhauer, «sé que la cosa más
elemental en mí, la más fundamental, es la voluntad de vivir».
Aquí se abre la puerta de un nuevo pensamiento
filosófico: la filosofía deja de ser una demostración intelectual para entrar
en contacto directo con la vida. Para mí
(en Francia casi nadie comparte mi opinión) éste es un momento
extraordinariamente importante, que abre la vía a la voluntad de poder de Nietzsche
y a toda la filosofía existencias. Es
preciso comprender que el sistema metafísico de Schopenhauer carece de firmeza;
en este sentido, Schopenhauer no expresó nada sólido. Supongo que ésta es la razón de que no se
haya mantenido como filósofo.
PERO, ¿QUE ES LA FILOSOFÍA? Ningún sistema filosófico dura mucho tiempo.
Pero la filosofía tiene para mí EL VALOR SUPREMO DE ORGANIZAR EL MUNDO EN UNA
VISIÓN.
Por ejemplo, existen los universos kantiano o hegeliano,
extremadamente grandiosos; existe el de Nietzsche, y ahí es donde Schopenhauer
es importante.
Pasemos de esta visión de Schopenhauer al mundo
schopenhaueriano.
Se trata de la primera vez que la filosofía toca la vida.
¿Qué es la voluntad de vivir en Schopenhauer?
El mismo dice que emplea estas palabras porque no le
viene a la mente nada mejor. A decir
verdad, se trata más bien de la voluntad de ser, porque para Schopenhauer no
solamente el hombre y los animales quieren vivir sino también la piedra que resiste
o la luz que persiste. Schopenhauer dice
que esto es el noúmeno kantiano, que esto es lo absoluto.
IMPORTANTE: para Schopenhauer se trata, en el sentido
metafísico (más allá de la física), de una sola voluntad de ser, absolutamente
idéntica para mí y para esta mesa.
Esta voluntad de vivir, para manifestarse como fenómeno,
debe revestir (frase incompleta).
Debe estar en el espacio y el tiempo, en el orden
numérico de las cosas. Es una sola,
porque el mundo nouménico no conoce ni tiempo ni objeto, ni nada de todo esto.
Pero cuando esta voluntad de vivir pasa al mundo
fenomenológico, se convierte en un fenómeno limitado en el tiempo y el espacio,
y entonces se divide de forma inexorable.
Como consecuencia de una ley que Schopenhauer llamaba principium individuationis,
se convierte en individual y particular.
Lo repito: Kant demostró que nunca podemos penetrar en el mundo del
noúmeno; por ejemplo, es imposible probar la existencia de Dios con un
razonamiento. En este sentido Kant dijo
que nuestra razón está limitada al mundo fenomenológico. El tiempo y el espacio no están fuera de
nosotros; el sujeto pensante los introduce en el mundo; no podemos, por tanto,
percibir nada infinito y universal como Dios.
Solamente en el tiempo y en el espacio puede el
noúmeno manifestarse como fenómeno. Por este motivo dice Schopenhauer que la
voluntad de vivir es un noúmeno, está fuera del tiempo y del espacio, es en sí
y puede manifestarse tan sólo cuando llega a ser fenómeno (limitado en el
tiempo y el espacio).
Cuando la voluntad de vivir se manifiesta en el mundo
fenomenológico, se divide en una innumerable cantidad de cosas que se devoran
mutuamente para vivir. El perro devora
al gato, el gato al ratón, etcétera.
El gran mérito de Schopenhauer consiste en haber
encontrado algo tan decisivo como esto: la muerte, el dolor y la guerra eterna
con que cada ser ha de habérselas para sobrevivir.
Siempre he considerado que la filosofía no debe ser
intelectual sino algo que arranque de nuestra sensibilidad. Por ejemplo, para mí, el solo hecho de que
soy consciente de la existencia de un árbol no tiene importancia hasta el
momento en que éste me procura placer o dolor.
Sólo así se hace importante. Esta
es la idea que intento introducir en las entrevistas, etcétera.
Nos encontramos en un mundo absolutamente trágico. Se
dice de Schopenhauer que es un pesimista. ¡Eso es decir demasiado poco! Es al mismo tiempo una visión grandiosa y
trágica que coincide, ¡ay!, perfectamente con la realidad. Schopenhauer deduce varias consecuencias de
su sistema.
Por ejemplo, la naturaleza no se preocupa de los
individuos, sino de la especie. Millones
de hormigas tienen que morir para engendrar la especie. De igual forma, si un hombre se sacrifica en
una batalla, es también por el mismo motivo.
En fin, Schopenhauer era un misógino furioso por la sencilla razón de
que la mujer se encarga de la prolongación de la especie. Decía que tampoco en el amor puede existir la
felicidad personal, porque el individuo queda sacrificado a la especie. Resulta muy emotiva la atención con la que el
joven contempla a una muchacha y viceversa.
Solamente quieren saber si podrán tener hijos «de buena calidad».
En el sexo opuesto uno busca a su contrario: nariz
grande, nariz pequeña, etcétera. El
hombre no puede llegar a la felicidad individual. Su voluntad de vivir le obliga a devorar a
los demás o a ser devorado por ellos. En
consecuencia, Schopenhauer hace un análisis de los diversos sentimientos nobles
(ejemplo: el amor al hijo en la mujer); demuestra que todo ello va contra la
felicidad individual. Después, muestra
asimismo que lo que llamamos felicidad o placer no es más que el apaciguamiento
de un malestar. Si sentís placer cuando
os coméis un filete, es porque antes teníais hambre. Para Schopenhauer la vida
es un malestar continuo y criminal.
¿Cuál es la posibilidad, según Schopenhauer, de salir de
este conflicto infernal?
¿El suicidio? No,
éste no sirve de nada puesto que al suicidamos tan sólo confirmamos nuestra
voluntad de vivir. Pues si me suicido es
porque mi voluntad de vivir no ha sido satisfecha.
La única forma de separarse de la voluntad de vivir es la
renuncia.
Yo mato en mí mi voluntad de vivir.
Esto es lo que condujo a Schopenhauer hacia la filosofía
hindú y oriental, que proclama precisamente la contemplación y la renuncia a la
vida.
Hay que decir que se trata de una tesis un poco
artificiosa, y que la parte de su obra El mundo como voluntad y representación
dedicada a la filosofía oriental es la menos convincente.
Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y
CUARTO
No hay comentarios:
Publicar un comentario