A Robert Frost
Esta mañana, entre las hojas frescas
y el atisbo del sol,
tembló el cable de Boston como un pájaro:
te has ido Robert Frost.
Le dije a mi mujer: -Voy al encuentro
de un hermano mayor.
Y caminé a la sombra de mis árboles,
A solas, Robert Frost.
Anoche era la luna en mis ventanas
un ave, no una hoz;
anoche, cuando yo nada sabía,
oh, Robert Frost.
Y anoche, entre los pinos y la nieve,
junto a un lago, el de Dios,
en un caballo de sombrío fuego
andabas, Robert Frost.
Ven a mi casa, dime de los frutos
la madura lección
(de paso, escucharemos las cigarras),
maestro, Robert Frost.
¡Ay, quien sabe de muerte! Pero, ¿importa?
Tú vives en tu voz
no más me basta que inclinar, despacio,
mi oído hacia una flor:
desde la tierra, por el tallo ardiente,
me hablarás, Robert Frost.
Alejandro Nicotra de “El tiempo hacia la luz” Editorial Hachette, Buenos Aires, 1967
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