1.000 MANERAS TRÁGICAS GAUCHESCAS DE ABANDONAR ESTE VALLE DE LÁGRIMAS.
II
Esta es la triste historia de Sumergiindo Aguado. A
juzgar por su nombre, algunos pueden suponer que era el José Meolans de las
pampas, NADA que ver; tenía menos horas de natación que Clemente. Luego de
nacer, sus padres lo llevaron para anotarlo en el Juzgado de Paz. El
funcionario había andado de juerga, y al querer inscribirlo como Gumersindo, se
le dieron vuelta las letras.
Torrencialmente había llovido por varios días en el pago,
y el gaucho Sumergindo había salido en su tobiano para visitar a la novia, en
un pueblo vecino. Al llegar al vado que separa ambas localidades, vio que había
varios paisanos que no se animaban a cruzar porque todavía el río venía muy
crecido. Un viejito de barba que conducía un carro tirado por dos mulas, dijo
amablemente, pronunciando con dificultad el español: Si me hacen lugar mí va a
cruzar, tengo que ir otro lado a buscar unas tablas.
-No va a poder abuelo -le contestaron algunos.
Fue entonces que en el borde mismo del vado, las aguas
comenzaron a retroceder y el anciano azuzó las mulas, cruzando tranquilamente.
-Esta es mi oportunidad -dijo Sumergindo y comenzó a
avanzar. Con tan mala suerte que en el medio del vado la creciente volvió con
toda su impetuosidad haciéndolo caer de su cabalgadura. La bestia nadó
dificultosamente hasta la otra orilla, pero al infortunado jinete las aguas se
lo llevaron río abajo.
Dos días tardaron los rescatistas en hallar su cuerpo. El
comisario Alvarello junto al sumariante, seguían tomando declaración a los
testigos. Todos afirmaban sin contradicción alguna el increíble incidente de la
interrupción momentánea de la crecida. Nadie conocía al misterioso viejito. Un
paisanito que daba clases de catecismo, aportó un dato que hacía más increíble
aún el asunto: -Mire comesario, yo tampoco conozco a ese anciano, pero puedo
jurarle por Tata Dios, que era igualito a MOISÉS.
Víctor Saturni
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