24 de enero de 2023
El buey, Leopoldo Marechal
El buey
I
Si el buey cae de rodillas
en el avenal sonoro,
no podrá castigarlo el innoble boyero
ni a tiro de piedra
ni a filo de palabra:
Conduzca su buey al río
todo innoble boyero,
para que corran juntas la paciencia del agua
y la mansedumbre del buey.
II
Tremendo en su nobleza el buey se humilla
delante del innoble boyero.
Y su nobleza se llama
nobleza del sexto día.
Tremendo en su hermosura
sigue la fealdad del innoble boyero.
Y su hermosura se nombra
hermosura del sexto día.
Tremendo en su inocencia comparte los castigos
del innoble boyero.
Y su inocencia se llama
inocencia del sexto día.
El buey es terrible y puro,
como nacido de Palabra.
III
¡Feliz la tarde, si miró correr
entre sus dos orillas la paciencia del agua
del buey y del boyero!
Prudente segador el que levanta
la carne y el signo del buey:
¡La carne del buey para el hombre
y el signo del buey para el hombre!
IV
Bello, como nacido
del amor arquitecto,
y reverente al paso de los días,
el buey atado a su boyero guarda
fidelidad a la Palabra.
Y en signo y carne su sombra
es el imán de la paloma.
Arrodillado sobre las avenas lo miro:
ante sus ojos claros
puede nacer un niño.
Leopoldo Marechal
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