Garcilaso en un sol verde
En una plaza verde, con viento y sol,
surgió un deseo en el horizonte brillante del río:
una mujer con alas.
¿Sabrá volar y alzar su sangre hasta la copa de los árboles,
para que beban los pájaros del desamparo,
y también los pájaros con plumas de caballeros
armados con el amor jubiloso?
Respóndeme, oh "claro caballero de rocío",
Garcilaso de la Vega,
que amaste a una señora, no a una doncella:
señora en un castillo con una celda verdadera,
cuyos barrotes se rompieron para vos.
Garcilaso, despiértame con tu ruido de armas,
templadas para hundirlas en el corazón de lo más
cristalino del agua blanca de las hadas,
pero también del fuego.
Garcilaso, soy tu tropero:
el que en las llanuras del reino del corazón
arrea los aromas de la señora que te amaba,
y disperso esa tropa perfumada sobre la tumba del
caballero delicado,
el poeta guerrero,
mojado por el rocío rojo del amor.
A Guillermo Barnes
Francisco Madariaga
De "Aroma de Apariciones"
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