COMO REINA QUE ACABA
Como reina que vaga por los prados donde yacen los restos
de un
ejército y se unta las costuras de su armiño raído
con la
sangre o el belfo o con la mezcla de caballos ly
bardos que
parió su aterida monarquía
así hiede el esperma, ya rancio, ya amarillo, que
abrillantó
su blondo
detonar o esparcirse — como reina que abdica —
y prendió
sus pezones como faros de um vendaval confuso,
interminable, como sargazos donde se ciñen las marismas
Y fueran los naufragios de sus barcas jalones del jirón
o
bebederos de pájaros rapaces, pero en cuyo trinar
arde junto
al dolor ese presentimiento de extinción
del dolor,
o una esperanza vana, o mentirosa, o aún más
la
certidumbre
de extinción
de extinción como un
incendio
como una hoguera cenicienta y fatua a la que atiza apenas
el
aliento de un amante anterior, languidecente, o siquiera
el desvío de una nube, de un nimbo
que en el terreno de estos pueriles cielos equivale a un
amante,
por más que este sea un sol, y no amanezca
y no sé dé a la luz más que las sombras donde andan las
arañas
las escolopendras con sus plumeros de moscas azules y
amarillas
(Por un pasillo
humedecido y hosco donde todo fulgor
se
desvanece)
Por esos tragaluces importunas la yertez de los muertos,
su
molicie, yerras por las pirâmides hurgando entre las
grietas,
como alguien que pudiera organizar los sismos
Pero es colocar contra el simún tu abanico de plumas,
como lamer el aire caliente del desierto, sus hélices
resecas
Néstor Perlongher
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