8 de septiembre de 2021

José Luis Colombini lee Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal, Jorge Teillier

 

 

 

José Luis Colombini lee Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal, Jorge Teillier 10 de abril de 2014

 

Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal , Jorge Teillier

 

A Stefan Baciu en Hawaii,

y a Vasile Igna, mi primo desconocido, en Cluj, Transilvania

 

 

1

En el pueblo

         donde algunos me conocen

         como el poeta cuyo nombre suele aparecer en los diarios,

         paseo por la Calle Comercio

que ahora se llama Avenida Bernardo O’Higgins

         (Como en Santiago).

 

        He comulgado con la tierra.

Voy a la Sidrería

Allí están los parroquianos de siempre

y me saludan mis viejos compañeros de curso

que sueñan con ser alcaldes o regidores o comprarse una citroneta.

       Ha cerrado el cine.

Aún quedan afiches que anuncian películas de sepia.

       A lo largo de los cercos

        las ortigas siguen hablando con su indestructible lenguaje.

En el techo de mi casa se reúne el congreso de los gorriones.

        Pienso por primera vez

        que no pertenezco a ninguna parte,

        que ninguna parte me pertenece.

 

2

El viento trae olor a terneros mojados.

 

3

Kilómetro 662 a las cuatro de la tarde.

En la calle Comercio los turcos y los españoles

bostezan tras los mostradores.

No hay un alma en la calle a la hora de la siesta

horadada sólo por el cuerno primitivo del vendedor de helados.

En las afueras los campesinos esperan las micros rurales.

Tal vez me vaya a otro pueblo

cuyo destino voy a leer en la palma de sus calles.

 

4

Hay praderas manchadas de vacas y girasoles.

De las cosas que puedan consolarme cuando vuelva

a la ciudad enferma de smog.

Viajaré en vagones de segunda atestados como los

de las novelas sobre la Revolución Rusa.

He visto las ventanas ciegas del Molino.

Con su arruinado dueño he tomado un trago en

cualquier cantina

Paso la tarde sin darme el trabajo de llegar ni siquiera

al fondo del patio de la casa paterna.

 

5

El único hojalatero que quedaba en el pueblo

fue buscar trabajo a Lonquimay.

No ganó mucha plata pero contempló la Cordillera.

Él no tiene Leica ni Kodak

así que se dedicó a dibujarla

para que sus nueve hijos la conocieran de verdad.

 

6

A los mapuches les gustan las canciones mexicanas

del Wurlitzer de la única Fuente de Soda.

Las escuchan sentados en la cuneta de la Calle Principal.

Van a la vendimia en Argentina y vuelven con terno

azul y transistores.

Ha llegado la TV.

Los niños ya no juegan en las calles.

Sin hacer ruido se sientan en el living para ver a

Batman o películas del Far West.

Mis amigos están horas y horas frente a la pantalla.

Tengo ganas de que lleguen los Ovnis.

 

7

Me cuesta creer en la magia de los versos.

Leo novelas policiales,

revistas deportivas, cuentos de terror.

Sólo soy un empleado público como consta en mi

carnet de identidad.

Sólo tengo deudas y despertares de resaca

donde hace daño hasta el ruido del alka

seltzer al caer al vaso de agua.

En la casa de la ciudad no he pagado la luz ni el agua.

Sigo refugiado en los mesones,

mirando los letreros que dicen "No se fía".

Mi futuro es una cuenta por pagar.

 

8

Si el futuro pudiera extenderse pulcramente

como mi madre extiende las sábanas de mi cama.

Miro la ropa puesta a secar en el patio.

Han entrado ladrones de gallinas en la casa del frente.

Voy a la plaza a leer el diario con noticias más

añejas que las de San Pablo.

 

9

Solitario donde nunca he estado solitario

camino hasta el abandonado velódromo de tierra

donde no aparece ni el fantasma del Campeonato

de Ciclismo de Chile del año 30.

Hay caballos pastando en lo que fue cancha de fútbol.

Todos se interesan sólo por ir a ver los partidos                       

profesionales a la Capital de Provincia

mientras yo pienso mordisquear una brizna de brezo.

 

10

Trasnochador empedernido

contemplo la luna igual a la de 1945

enrojecida por la erupción del Llaima.

La misma que miraba desde la buhardilla

mientras leía como ahora "Los miserables" y el

Almanaque Hachette.

 

11

Acuérdate que te recuerdo.

Si no te acuerdas no importa mucho.

Siempre te veré caminando sobre los rieles

buscando el durazno más maduro de la quinta.

 

12

Ya pasó el Rápido a Puerto Montt

que antes se llamaba el Flecha del Sur.

Voy de la estación al puente

cuyos faroles dicen "Fundición Dickinson, 1918".

Ya no existe esa fundición

ni ninguna fundición.

Confío mi memoria al río Cautín y a la Capilla de Guacolda.

Afirmado en las barandas del puente

miro el cielo del verano que apenas sujetan los

clavos de plata de las estrellas.

 

13

Hemos llegado a esta aldea en un Pontiac 40

por caminos que jamás serán pavimentados.

Espantamos cerdos y gallinas.

Los niños se asoman asombrados.

En el negocio clandestino

pedimos un pipeño y hablamos con el dueño

y con un tractorista que nos asegura que Hitler está vivo

y con dos recién llegados que nos convidan charqui

de pescado:

son un estibador de Talcahuano y su compadre

mapuche que lo trae al anca.

Todos bebimos en la misma medida

y volvimos como nuestros antepasados

ebrios al pueblo que un día nos rechazará.

 

14

Día domingo de salida de misa.

Las niñas se pasean con la moda recién llegada de Santiago

acompañadas por la banda del Regimiento que toca cumbias.

Los dueños de casa compran las primeras sandías

y los diarios con las noticias frescas de los últimos crímenes.

Camino por las últimas calles de este lugar de

bomberos, rotarios, carabineros, jubilados,

tinterillos y profesores primarios,

allí los puñales del sol entran por las costillas de los

pobres cercos de madera.

Siento los estertores de las postreras carretas y

locomotoras a vapor.

Busco la paz tendiéndome en la pradera condecorada

por los girasoles

contemplando el glorioso oleaje del trigo

y los viajes infinitos de las nubes que van a llorar

por nosotros.

 

Jorge Teillier (Chile) (1935-1996)

 

 

 

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