2 de abril de 2021

Viernes, Witold Gombrowicz

 

Viernes
 
La sección más característica de Wiadomości es la de las cartas de los lectores.
 
«Al Director de Wiadomości: En el último número, Zbyszewski, como siempre, improvisando. A Mackiewicz le falta perspectiva, en cambio Naglerowa está para chuparse los dedos. —Feliks Z.»
«Al Director de Wiadomości… Es una lástima que nuestros escritores trabajen tan poco sobre sí mismos; hay buen material, pero sin pulir. Hemar es el único europeo de verdad. ¡Hay que trabajar! —Józef B.» «Al Director de Wiadomości… En mi carta anterior escribía que el señor Román es mejor que Żeromski; ahora digo que es el mejor de todos.
¡¡¡Que Dios le pague esta última hazaña, que es una verdadera joya!!! ¡Siga por este camino! ¡Besos para los niños! —Konstanty F.»
¡Un rinconcito bonachón! Rinconcito donde el señor Wincenty puede explicar sus penas, el señor Walery expresar su indignación y la señora Franciszka hacer alarde de sus conocimientos. ¿Qué hay de malo en ello? Nada, seguramente nada. Pues de esta manera se populariza la literatura, lo cual incrementa la ilustración.
Y sin embargo, ese desahogarse en secreto de las personas que no han conseguido el derecho a figurar en otro sitio menos bonachón…, lo que digo, ese carácter bonachón me resulta repulsivo. Porque la Literatura es una dama de costumbres severas y no debe pellizcársela por los rincones. El rasgo característico de la literatura es la dureza. Incluso la literatura que sonríe ondadosamente al lector es resultado de un duro desarrollo de su creador. Y la literatura debe tender a agudizar la vida espiritual y no a tolerar semejantes muestras de escritura marginal.
Este detalle, en principio sin importancia, es no obstante característico, ya que hace evidente la invasión de la blandura en un campo que debería ser duro. La literatura, ablandada continuamente por diversas tías bonachonas que fabrican novelas o folletines, por proveedores de poesía y prosa de segunda categoría, por blandengues dotados de facilidad de palabra, corre el peligro de convertirse en un huevo pocho, en lugar de ser—de acuerdo con su misión— un huevo duro.
 
Witold Gombrowicz
De Diario 1 (1953-1956)

 

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