10 de abril de 2021

Evocación por Efraín Barbosa


Evocación por Efraín Barbosa
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

 
Don Oscar Guiñazú Álvarez fue mi amigo. El carismático vate de Traslasierras, creador de los Encuentros Internacionales de Poetas, cuya excelencia literaria consagró a Villa Dolores como la Capital Nacional de la Poesía, supo abrir sus brazos y su alma, remisa al elogio y adulación para integrar en un camino común de sentimientos y experiencias a quienes concurrían a esas reuniones.
Viene a cuento el comienzo. Amanda Morel, entrañable amiga, me sugirió enviar a Don Oscar mi primer libro de poemas, “A través de mi vida”, con una carta en la que solicitaba ser incluido en sus jornadas poéticas.
Tuve la satisfacción de lograrlo y de esa manera contactarme con un círculo maravilloso de gente de todas las latitudes, que cambió para siempre mi existencia. Tiempo después, Guiñazú Áivarez confesaría que no había leído el libro, me aceptó porque le gustó la carta.
Prevenido de la parquedad del poeta e intentando causarle una buena impresión, me vestí sobriamente y me presenté a él diciendo:
-Soy Efraín Barbosa 1e agradezco la invitación.
Era una mañana soleada en la plaza de San José —un pueblo cercano a Villa Dolores-.
La presencia grave de Don Oscar, con el bastón en que apoyaba su renguera, su fama de hombre severo e inquisidor, los anteojos de gruesos cristales que resaltaban delante de su rostro, muy a mi pesar, me intimidaron. Su mirada me recorrió con rapidez y me disparó la pregunta:
¿Usted es poeta o artista de cine?
Como es de imaginar, los comienzos fueron difíciles; tuve que perseverar para vencer su hosco hermetismo. Pero valió la pena: en su interior encerraba un alma bondadosa y una ternura de muchacho.
Esas anécdotas son sólo una muestra de las muchas que jalonan un fructífero sendero de vivencias compartidas.
Fue infaltable a sus encuentros y tuve el honor de que me seleccionara en 1994 para ir con él a Villa Alemana, Capital Nacional de la Poesía, Chile. Fue una travesía de trece horas en automóvil; yo conducía y don Oscar, afectado de una flebitis en su pierna derecha, iba vendado y tomando regularmente antibióticos. Fue un gran riesgo para su salud, pero no sólo no hubo problemas, sino que además se reveló como un excelente compañero de viaje, ameno y divertido. En la intimidad del coche intercambiamos confidencias y así cayeron, vencidas por la confianza, las últimas barreras que quedaban entre ambos.
En los encuentros literarios compartíamos la habitación y la mesa. Con un compañerismo áspero y tierno me reclamaba a su lado en las rondas de poemas.
Así fui conociendo al verdadero Guiñazú, fue creciendo mi admiración por su lucha silenciosa y su fortaleza interior.
Ya en el ocaso de su vida, debió venir a Córdoba en numerosas oportunidades para recibir atención médica por sus problemas visuales. Yo lo esperaba, y conversabamos interminablemente sobre nuestros sueños, frente a sendas tazas de café. Más adelante presencié la operación en la que le colocaron una lente intraocular. Su recuperación fue lenta y parcial. Fue entonces cuando desnudó sus miedos solía decir “le tengo terror a la muerte”, acaso como premonición de su cercano final. Acababa de cumplir ochenta años...
El 9 de julio de 1996 al tratar de levantarse para asistir a los festejos patrios, su corazón se detuvo. Entró al mismo tiempo en la muerte y en la leyenda.
Sombras dolorosas cubrieron su figura yerta: árbol derrotado por los años. Pero su espíritu indomable sigue presente entre nosotros para reafirmar su lema: Poesía y Amistad.
Su cuerpo enjuto vaga en el recuerdo por cada rincón en que se leen versos, en cada palabra en que sigue acercando su mano tendida hacia el amigo con su genio de siempre, con su inagotable vehemencia.
 
Efraín Barbosa
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

 


 

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