31 de diciembre de 2020
Noche III, Torquato Tasso
Noche III
He paseado las prolongadas calles de los jardines. Cien veces he medido con mis ojos la magnitud del soberbio alcázar donde moras. Animado por la esperanza, creí al principio que vería a lo menos a una de tus doncellas.
¡Oh!¿por qué no tienen éstas mi corazón? Mi corazón sólo estaría bien dentro de su pecho, ya que deben servirte a ti, primero y último objeto de mis desvelos. En vano me ha lisonjeado la esperanza. Inútilmente he contemplado aquellas ventanas por largo tiempo; en balde mis ojos han querido descubrir señal humana.
¿Qué hacían, pues, aquellas doncellas encerradas en sus aposentos?
¡Perversas! Te privan del beneficio de respirar el fresco de la mañana...
Hasta la luz... ¡Ah! no. El aire que tú respiras es mas balsámico, y quieren disfrutarlo todo ellas solas. Harto motivo tienen: ¿quién no sería avaro de un bien precioso? ¡Ah! Tiempo hace que estoy anhelando una pequeña parte de este tesoro. El haberlo poseído un día en abundancia me hizo perder la calma del corazón.
¡Ah! ¡ojalá mis preces puedan llegar hasta ti! Yo las recomiendo al aire, al viento. Sólo el viento, sólo el aire pueden elevarlas hasta la altura de tu mansión. Pero no acostumbrada a tales mensajeros, e ignorando sus encargos, tú no podrás prestar oído atento a la relación que irán a hacerte.
¡Torcuato! ¿de qué hablas? ¡Infeliz! Tu delirio es excesivo. Cesa. No haces más que dar pábulo a tu dolor. Cantemos a Reinaldo. He aquí lo único que te es permitido en este lugar.
Torquato Tasso
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