Velada malograda
Me habían invitado aquella noche
pero no estaba animado,
tenía resaca y dolor de cabeza
esos dolores en las pantorrillas que
nada bueno pueden significar.
luego aquella gente había colgado
unos cuadros tan estúpidos en su casa,
una cabeza de Goethe y otros objetos de arte,
al final alguien tocó el piano,
con mano enérgica pero ignorante,
y en fin, de pronto no pude aguantar más
en aquella casa, por desgracia tan respetable.
Le dije cualquier impertinencia a la
anfitriona,
y como un maleducado me fui corriendo después
de la cena,
dijeron que lo sentían,
pero se veía que era mentira.
Me fui triste de allí,
a comprar en algún sitio una muchachita
que no tocase el piano y no se interesase por
el arte,
pero no encontré ninguna y empecé a beber de
nuevo
aunque hacía un rato había presumido
de que lo iba a dejar para siempre.
Diganme ¿están todos tan terriblemente solos,
o soy el único que tiene que estar
tan solo, furioso y triste en este hermoso
mundo?
¿Por qué se invitan los unos a los otros?
¿Por qué cuelgan esas bobadas en sus paredes?
¿Por qué no ponen un fin rápido y digno
a esta vida de perros
que a nadie puede satisfacer,
en lugar de tocar el piano y hablar de Thomas
Mann?
No puedo comprenderlo,
tanto coñac no es sano,
se arruina uno la salud,
pero ¿no es más noble sucumbir?
Herman Hesse
De la «Neue Rundschau»
(1926)
«Der Steppemoolf»
Fragmento de un diario en
versos
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