14 de agosto de 2018

Sobre los poemas (1918) (De Neuen Rundschau sobre un ensayo de Kasimir Edschmid: Expresionismus in der Dichtung.), Herman Hesse


Sobre los poemas (1918) (De Neuen Rundschau sobre un ensayo de Kasimir Edschmid: Expresionismus in der Dichtung.), Herman Hesse

 Cuando yo tenía diez años leímos un día en el colegio un poema en el libro de lectura que se llamaba, creo, «Speckbachers Söhnlein» («El hijito de Speckbacher»). Hablaba de un niño heroico, que luchaba en una batalla y recogía balas del suelo para los mayores o realizaba algún otro acto heroico. Nosotros estábamos entusiasmados y cuando el profesor nos preguntó después con un cierto tono irónico: «¿Era una buena poesía?» todos exclamamos con vehemencia: «¡Sí!» Pero él movió sonriente la cabeza y dijo: «No, es una poesía mala». Tenía razón, según las reglas y el gusto de nuestro tiempo y nuestro arte, la poesía no era buena, no era elegante, no era auténtica, era artificial. A pesar de todo nos había arrebatado con una maravillosa ola de entusiasmo.
 Diez años más tarde, cuando yo tenía veinte años, hubiese podido decir sin la menor dificultad si una poesía era buena o mala, después de la primera lectura. Nada más sencillo. Bastaba una mirada, leer a media voz dos líneas de versos.
 Desde entonces han transcurrido algunas décadas y entre mis manos y ante mis ojos han pasado muchas poesías y hoy vuelvo a estar completamente inseguro sobre el valor que debo o no atribuir a una poesía que me enseñan. A menudo me muestran poemas, en general de personas jóvenes, que desean una opinión y buscan un editor. Y siempre los poetas jóvenes se asombran y se sienten decepcionados cuando ven que ese colega mayor en cuya experiencia habían confiado, no tiene ninguna experiencia y que hojea indeciso los poemas sin atreverse a decir nada sobre su valor. Lo que yo a los veinte años hubiese hecho en dos minutos con una sensación de seguridad absoluta, es ahora difícil, no sólo difícil, sino imposible. Por cierto que en la juventud uno piensa que la «experiencia» es una de esas cosas que vendrán por sí mismas. Pero no viene así. Hay personas que tienen capacidad para la experiencia, tienen experiencia, y la tienen ya desde que van al colegio, incluso desde que están en el vientre de su madre, y luego hay otros, entre los que figuro yo, que pueden vivir cuarenta o sesenta o cien años y morirse por fin sin haber aprendido, ni comprendido bien lo que es realmente la «experiencia».

 La seguridad que yo tenía a los veinte años para enjuiciar poemas se basaba en que entonces amaba algunos poemas y poetas con tanta fuerza y exclusividad que inmediatamente comparaba cada libro y cada poema con ellos. Si se parecían a ellos eran buenos, en caso contrario, no valían nada.

Herman Hesse

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