2 de julio de 2018

Martita Sangripanti, Vicente Luy


Martita Sangripanti era una gordita chocolatera buena para nada con la que me encariñe tipo acto compensatorio o por simple rebeldía.
De fondo siempre estuve tratando de llamar la atención de dios. Ella iba a cuarto grado y a mi no me habían dejado del todo claro porque ellos si y yo no. Todavía puedo ver los vestidos todos del mismo color muy parecido al blanco, ya formados y tomada la distancia, a punto de hacerse más buenos por la comunión. Ella supongo que también la hizo, en segundo creo pero la verdad no tiene un carajo que ver con todo esto. Vivía ella en el barrio en una calle sin salida, de esas con rotondita y como alumna no era la mejor. Eso si simpática era, de todos modos que quede claro
no se trata de una historia de amor, ni de ella. Fue así: una mañana de primavera salimos al recreo y yo boludeando por ahí de pronto me la encuentro comiéndose un turrón. Pedí, le dije dame, ella dijo no. Yo entonces la miré a los ojos y con mi mejor voz de tonto le espete: mira que si no me das no te quiero más eh. Ella se encogió de hombros y a mí que me importa dijo y se dio media vuelta y se fue.
Ese día terminó mi infancia.

Vicente Luy 
De La vida en Córdoba (1999)

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