15 de junio de 2017

Caín y Abel, Vicente Huidobro

Caín y Abel

Adán después de algunos años
Ve correr por los llanos
La carne de su carne,
La sangre de su sangre,
Sus dos hijos mayores
Caín y Abel, dos fuertes mocetones.

En la historia del mundo y su vieja leyenda
Ambos son como un símbolo
De la batalla eterna:
Abel, el amor místico,
Caín es la ciencia,
El puro panteísmo
Que no busca las cosas hacia fuera
Sino en nosotros mismos.

Por eso es que la ofrenda
Continúa el gran símbolo:
La de Caín se esparce por la tierra,
Y la de Abel sube al vacío.

El uno lleva clavada la pupila
En lo alto buscando otra vida,
El otro encuentra buena
La vida de la tierra
Y todo lo halla en la gran Naturaleza.

El uno ama los misterios
Y se los crea donde no pueden verlos,
Allá detrás del firmamento.

El otro ama las cosas claras,
Las bellas realidades de la tierra sana
Que contempla en los montes, los árboles, las aguas.

Abel busca la vida en la muerte,
Caín quiere sólo la vida, la vida siempre.

Por eso fue que un día
Para hacer el triunfo de la vida,
Los hijos de Caín, llenos de alma,
Alzaron como una voz de venganza
Contra los malos hados
La Torre de Babel sobre los campos.

La gran Babel fue como un grito
De rebelión,
Miles de brazos que alzaron al vacío
Un solo corazón.
Miles de impulsos
Que se hicieron uno
Y se reconcentraron en la Torre.
Fue como el intento
De un escalamiento gigantesco
De los hombres
A derrocar los dioses.

Fue la aspiración del mundo todo
A deshacer el enigma prodigioso.

Pero pasó que cuando estaba alta
Los hombres se sintieron orgullosos
Y todos quisieron ser primeros
En atribuirse el mérito.
Entonces sobrevino la confusión enorme,
La lucha de los hombres,
Que más que división de lenguas y palabras
Fue eterna división de almas.

Y desde entonces a lo alto se levanta
Como un himno de las fuerzas aunadas
La Gran Babel, pasmo de los ojos,
Condensación de un intento milagroso.
Y queda ante la Historia, ante toda la Tierra,
Y ante todos los siglos,
El triunfal monumento de la ciencia
Como un gran árbol con sus raíces fijo,
Aferrado en las entrañas del vacío.


Vicente Huidobro De: Adán. (1916)

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