22 de abril de 2017

Caminando, Osvaldo Guevara

CAMINANDO

Camino atardeciendo
hasta ser un pedazo de crepúsculo.
La sombra, entre los árboles,
disuelve ya sus pájaros de humo.

Voy junto al rio. Saltan
ruidos encapuchados de los yuyos.
Florecen luces, lejos.
Y no me importa, porque voy sin rumbo.

Ha llovido. En el aire
dejó la lluvia sus corpiños húmedos.
Murmura la boñiga
como un enjambre verde por mis músculos.

Tropiezo con las piedras,
frescas tortugas entre el barro lúbrico.
No llevo en los bolsillos
más que mis manos, que me pesan mucho.

El agua va a mi lado
chisporroteando en círculos minúsculos.
Me chistan las luciérnagas
que prolongan el día con sus puntos.

Aún puedo ver mi casa
entre temblores de nostalgia y juncos.
La noche esta olfateando
como una loba sus descalzos muros.

Mi cama es honda y dulce
como el cuenco tostado de los surcos.
Sobre su almohada caben
los cansancios de un siglo y de un minuto.

Anocheciendo voy. De pronto
dispara un sapo líquidos cartuchos.
Y a una señal, los grillos
llueven su ardor en clave azul de musgo.

Estrellas malheridas
abren el agua con sus hombros puros.
La noche sobre el río
es una balsa de rnaderos curvos.     

Para amar, la penumbra:
llanto en los vidrios y en los huesos júbilo
Tropiezo con las piedras
gargantas secas entre el barro lúbrico.

Ya no se ve mi casa.
Cose el silencio párpados de búho.
Honda y dulce mi cama. Está vacía.
Y no me importa, porque voy sin rumbo.

Osvaldo Guevara (Garganta en verde claro)
De Poemas en verso y prosa (Inventario de una obra completa inconclusa)
(1998)


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