5 de junio de 2016

Mador, Horacio Castillo

MADOR

I

Cargamos piedras pesadas como murallas, arrastramos
redes llenas de cetáceos,
allá, en una tierra ávida de condenados,
allá donde se eriza bajo la mano el lomo del mundo.
Llevamos un río sobre los hombros al amanecer,
comimos una avena negra, la miel de la locura,
allá, donde nace el embrión de la mirada,
allá donde desova diariamente la mónada del sueño,
allá, en la madriguera del sí y el no,
allá donde tiene diente el ojo, boca el corazón.

II

Y tú, atada todavía al cordón umbilical,
transformas la privación en promesa,
tú, empapada en el sudor de los vivos,
comes en silencio el trigo de los muertos.

III

Tempestades de ojos, vientos de conciencia,
y a lo lejos cantos de cuna.
Oh nunca bastante de tanta esperanza.

IV

Pero de pronto todo se hundió debajo del silencio,
debajo de la lluvia, debajo, debajo,
y al correr la piedra para ver el rostro
brotó de la nada un chorro azul.
Dientes blancos de la alegría, dientes blancos de la
alegría,
y tú, sombra rapada, velando el esplendor.


Horacio Castillo
De Los Gatos de la Acrópolis (1998)

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