27 de marzo de 2016

Poema americano (dedicado a Ernesto Guevara), Osvaldo Guevara

POEMA AMERICANO (dedicado a Ernesto Guevara)

Comandante: entre verdes te tumbaron la sombra
pero tu luz, cantando, trepó al viento de América.
Como te despeinó una bota la barba
y en las fotografías mirabas con fijeza,
circuló la noticia de que te habías muerto
pobre de ellos- y entonces hubo saltos de fiesta.
Un gerente se puso a ensartar mariposas,
un general sonrió de reojo a su "sirvienta",
en Wall Street los dólares bailaron como hoyuelos,
algún ejecutivo te deletreó tu nombre en su agenda,
los que flamean látigos, dulcemente besaron
sus nudos, como un sátiro que olfateara una trenza,
un marine volvió la cabeza hacia Cuba
y con ojos nostálgicos le palpó las caderas
y en Vietnam, un teniente, festejando, él solito,
entre llamas de arroz se despachó una aldea.
Se quedaron tan locos con tu mente oficial
que aún no te ven algunos, aun viéndote de cerca.
Yo que soy para muchos un tipo macanudo,
no quiero mal a nadie, cuido una gata vieja,
doy mi asiento a mujeres con niños en los brazos,
prolijamente pago mis cuotas en las tiendas,
compadezco a los chicos descalzos, si manejo
vigilo los "silencio, hospital", "despacio, escuela",
arrojo los papeles en esos recipientes
que la decencia urbana a puesto en las veredas,
los domingos con sol hasta pinto una silla
o les traigo a los míos un postre por sorpresa;
yo que soy comandante, un ciudadano probo,
que me limpio los dientes, me aliso la conciencia,
y en la mesa de bar decía: -el país no anda-,
me inquieto últimamente cuando tu nombre truena.
Me pregunto si todo se lava con jabón,
siento ante un empresario una huraña molestia,
paso a la defensiva frente a la Jefatura,
a los parientes ricos no mando más tarjetas...
Total: que esta mañana me asaltaste los versos
y me desparramaste la barba en un poema.
Tenía que nombrarte, Ernesto Che Guevara
y escucharte en las manos fluir como una piedra
para romper los vidrios de las ruinas lujosas
y a una lámpara pública darle entre ceja y ceja.
Que en mis dedos se alarguen dedos que te cortaron.
Hay que estrujar tu luz sobre el dolor de América.
Esa luz que saltó de tu sombra acostada
y voló entre los bizcos balazos de la selva
y que hoy toca la sangre con sus alas calientes
para que no se seque, para que humee y hierva.
COMANDANTE: estos versos, claro, te quedan chicos,
pero gritándolos tengo menos vergüenza.

Osvaldo Guevara 

Del libro "Para que me entiendan bien"

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