29 de diciembre de 2015

El polizón, Osvaldo Guevara

EL POLIZON

Sol naciente en el barrio. Claro el viento.
Canta un tren lejanías por el campo.
Un tren. A las ocho abre mi oficina.
Un tren. El sol. Viajar. Vivir despacio.
En ómnibus yo al centro. Pero antes
este perfume que no tiene horario
de yuyo analfabeto y masticable,
de verde suburbano.
Un tren. Lejos. Los índices del humo.
El horizonte tierno como un pasto.
Ir con el tren. Adónde? Adonde sea.
Ir con el tren eléctrico y elástico.
Me gusta ver andar a mi vecina.
Morena. Pies con talco.
En ómnibus al centro. El sol. El verde.
Un tren pitando azul es casi un barco.
La oficina. La gente. La corbata
en su sitio. En sus puestos los semáforos.
En el barrio las calles se desvisten.
La luz y las personas van despacio.
Salta al ómnibus, suelta, mi vecina.
Subo. Ella y su vestido son livianos.
Nos miramos de reojo. Después, nada.
(En un tren yo me le sentaba al lado.)


La oficina. La agenda. La birome.
Voy bien: las ocho menos cuarto.
Casi un barco aquel tren. Cierro los ojos.
Casi un tren. Casi un barco.
Vaivén. De barco y tren. Vaivén eterno.
No me quiero bajar. Esto es un barco.
Esto es un tren.
Esto es un barco.
Esto es un barco.

Ah, un barco.


Osvaldo Guevara de los zapatos de asfalto (1967)

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