PAPELES DOMINICALES
La carnicería de los inocentes
no se acaba nunca. Es de lo único
de lo que podemos estar seguros, amor,
más incluso que de la existencia
del asado que estás sacando del horno.
Es domingo. La congregación
sale lentamente y en fila de la iglesia
que hay al otro lado de la calle. Muchos
de ellos llevan una biblia en la mano.
Es el vago deseo de verdad
y el temor cierto a alcanzarla
lo que les hace encerrarse en la iglesia
a pesar de este glorioso tiempo primaveral.
En el vestíbulo, el viejo perro callejero
ha tenido por fin la honestidad
de gruñirle a su propia imagen en el espejo,
antes de dirigirse a la cocina
donde sostienes el cordero asado
que huele a romero y ajo.
Charles Simic
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