Mme. S.
Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo
fustigas, madre, esas escenas
de oseznos acaramelados, esas mieles
amargas como blandes
el plumero de espuma: y las arañas: cómo espantas con tu ácido bretel el fijo bruto:
fija, remacha y muele: muletillas de madre parapléxica: pelvis
acochambrado, bombachones de esmirna: es esa madre la que en el
espejo se insinúa ofreciendo las galas de una noche de esmirna y
bacarat: fija y demarca: muda la madre que se ofrece mudándose en amante
al plumereo, despiole y despilfarro: ese desplume de la madre que corre las gasas de los
vasos de whisky en la mesa ratona: madre y corre: cercena y garabato:
y gorgotea: pende del cuello de la madre una ajorca de sangre,
sangre púbica, de plomos y pillastres: sangre pesada por esas
facturas y esas cremas que
comimos de más en la mesita de luz en la
penumbra de nuestras
muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis
bolas como frutas de un
elixir enhiesto y denodado: pendorchos de
un glacé que te endulzaba:
pero era demasiado matarte, dulcemente:
haciéndome comer de esos
pelillos tiesos que tiernos se agazapan en
el enroque altivo de mis
muslos, y que se encaracolan cuando lames
con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas; y yo, te penetraba?
pude acaso pararme como un macho ebrio de
goznes, de tequilas mustio,
informe, almibararme, penetrar tus
blonduras de madre que se ofrece,
como un altar, al hijo - menor y amanerado?
adoptar tus alambres de
abanico, tus joyas que al descuido dejabas
tintinear sobre la mesa. entre los vasos de ginebra, indecorosamente
pringados de ese rouge arcaico de tus labias cual lobezno lascivo, pude, alzarme tras tus enaguas, y lamer tus senos, como
tú me lamías los pezones y dejabas babeante en las tetillas - que
parecían titilar - el ronroneo de tu saliva rumorosa? el bretel de tus
dientes? pude madre? como un galán en ruinas que sorprende a su
novia entre las toscas braguetas de los estibadores, en
los muelles, cuando laxa desova, en los botones, la perfidia a
él guardada? ese lugar secreto y púbico? cómo entonces tomé esa
agarradera, esos tapires incrustados con mangos de magnolia,
aterciopeladamente sospechosos y sosteniendo con mi mismo miembro la
espuma escancorosa de tu sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada
entre las gotas de semen de los estibadores que en el muelle te tomaban
de atrás y muellemente: te agarre: qué creías?
Néstor Perlongher
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