El mal de sí
Detente, muerte:
tu infernal chorreado
escampar hace las estanterías
la purulenta salvia los baldíos
de cremoso torpor tiñe y derrite,
ausentando los cuerpos en los campos:
los cuerpos carcomidos en los campos
barridos por la lepra.
Ya no se puede desechar.
Ve muerte, a ti.
Encónchate sin disparar el estallido de la
cápsula.
Escondida que no haya mares descubiertos.
Pues una vez presente todo lo vuelves
ausencia.
Ausencia gris, ausencia chata, ausencia
dolorosa del que falta.
No es lo que falta, es lo que sobra, lo que
no duele.
Aquello que excede la austeridad taimada de
las cosas
o que desborda desdoblando la mezquindad
del alma prisionera.
Mientras estamos dentro de nosotros duele
el alma,
duele ese estarse sin palabras suspendidas
en la higuera
como un noctámbulo extraviado.
Néstor Perlongher
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