Último tango en Rosario
Guitarra, bandoneón
y despiadada música:
bajo la cruda luz,
dos rostros descarnados
chirrían con la espesa
danza de los suburbios.
Pero ya nadie baila.
Apenas unos viejos
intentan rescatar
–patética efusión–
los relumbres de antaño.
¿Y adónde se quedaron
tanta pasión y fuego,
tanto ardor, tanto vuelo
provocador y propio?
¿Qué los hizo dejar
de ser y, antes, ser?
¿El tango fue algún modo
(“perdonen la tristeza”)
o era esencia, sentido?
Las impares parejas
se rozan removiendo
música despareja.
La juventud vivida
¿permanece, resurge?
Inquieta, interminable,
¿hace de sus cenizas
un carnaval remoto,
un carnaval futuro?
Rodolfo Alonso
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