Versión bárbara de Tristán e Isolda
Lo que transcribo lo escuché de labios de don Idarcielo
Poli, comisario de La Magdalena, una tarde del otoño de 1912. En ese relato
creo descubrir una última versión (o quizá la primera, la verdadera, la
anterior a la leyenda, a la poesía y a la música, a Gerbert de Montreuil y al
hiperbólico Wagner) de los amores de Tristán e Isolda. Para facilitar las
analogías (es el oficio de los historiadores), al peón lo llamo El Triste; a la
mujer, La Rubia (seguramente era morena) y al Marke criollo, don Marcos.
Hace un par de años -me dijo Don Idarcielo- a ese
hombre, así como usted lo ve, le aconteció una cosa fiera. Resulta que
descubrió que su mujer, La Rubia andaba con amoríos con un peón de apelativo El
Triste. Don Marcos le hundió un fierro al sotreta y a la indigna la echó de la
estancia. Todos estuvimos dé acuerdo en que había
procedido como cuadra a un varón de ley. Por eso y porque don Marcos es el jefe
político de La Magdalena no le pregunté ni por la salud del Triste. A la que,
por pura formalidad, sometí a interrogatorio fue a la Rubia. ¿Y a que usted no
sabe con qué me salió? Con que la culpa no la tenían ni ella ni el Triste sino
un brebaje que habían tomado y que contra su voluntad les produjo el
enamoramiento. ¿Quién preparó ese brebaje? Le pregunté. «Para mí que mi
marido», me contestó. «Andaba queriendo deshacerse de mí y entonces nos hizo
tomar a los dos esa bebida para que nos enamorásemonos y nos escapáramos
juntos. Pero El Triste, que era un hombre leal, fue y se lo conto a mi marido.
Asi que mi marido no tuvo otro remedio mas que matar a ese infeliz».
Marco Denevi
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