hubo un poema
que manejaba su propia ambulancia
y decía: no me acuerdo
de ningún cielo que me consuele,
ninguno,
y salía
sirenas bajas,
recogiendo restos de conversaciones,
de las señoras,
“para que nada se pierda
ni se olvide”,
proverbial,
aún herido,
hubo un poema
ambulante
cruz roja
sonámbula
que se escapó
y se fue
inolvidable,
irremediable,
por la rejilla
Ana Cristina Cesar
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