Andrómeda
La Andrómeda del Tiempo, impar en la belleza y el agravio,
sobre este rudo peñasco ahora escruta largamente hacia
uno
y otro brazo de la costa,
su flor, su porción de v ida, condenada a ser alimento
del dragón.
Muchos golpes y venenos la tentaron y acecharon una v ez;
pero desde Occidente oye ahora el rugir de una bestia
más salv aje que las demás, más desenfrenada
en sus daños, más inicua y más obscena.
¿Es que su Perseo se demora y la libra a sus vehemencias?
Pero él, hollando por un tiempo el aire suave como una
almohada,
suspende sobre ella que se diría abandonada, sus
pensamientos,
mientras, desgarrada hasta la angustia, su paciencia
crece, luego consigue desarmarla, y nadie lo sospecha
con los arneses y hierros de la Gorgona, correas y
dientes.
Alberto Girri
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