Aldo, el peregrino, Rodolfo Alonso
A la memoria de Aldo Pellegrini (1903-1973),
pionero del surrealismo en América Latina.
(Primer movimiento)
Atraído
En forma irresistible
Por la tantálica contracción de los opuestos
Y por las deslumbrantes destrucciones que desencadena
Nunca pudo abandonar la telaraña de su espíritu
Esa fascinante aventura que se parecía a la vida
A la que nunca dejó de terminar por entregarse
Buceaba en la opacidad de las palabras
A la búsqueda del momento justo
En que se imantan y desprenden de sí mismas
Un alcohol de azufre un geyser de sentido
Una signifación que se desencadena
Más rápida que cualquier cerebro humano
Más profunda que un beso
O la mirada de diamante
¿Quién se olvidaba de existir?
¿Y no le debo yo a Pessoa?
¿Todos a Lautréamont?
¿Cuántos pintores hizo ver?
¿Cuántas veces
apostó por el sueño
que nunca se termina?
(Segundo movimiento y final)
Tempranamente contagiado
Por las primeras rebeliones
De la poesía y del amor
El supo ser de los primeros
El supo ser de los primeros
En respirar hondo a lo ancho
Tuvo conciencia de sus límites
Sin terminar por aceptarlos
Ordenador de los desórdenes
De la belleza y del asombro
Supo asumir el compromiso
De organizar la confusión
Donde termina la palabra
En las fronteras del discurso
Sin el control de la razón
Sin el poder contra el poder
Despierto a solas escribía
En el desierto envuelto en llamas
Sin ahorrar contradicciones
Sin culminar y sin ceder
Fue camarada y fue convicto
Volvía a sentarse entre los suyos
Daba consignas daba aliento
Y nunca fue el jefe de alguien
Se tropezó con las palabras
En su camino a la poesía
No se propuso seducirlas
No nos quería vender nada
El supo ser de los primeros
Tuvo conciencia de sus límites
La poesía lo encantaba
Pero la vida fue su Fénix
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