Todavía hay gente
que al viento le llama céfiro...
Todavía hay gente
que al viento le llama céfiro,
y hay quien a lo
cursi lo llama poesía,
y a la Poesía,
locura.
Todavía hay quien
canta a la luna.
¡Yo canto a los
hombres de la luna!
A los arrabales de
la luna,
a los ríos de
leche de la luna;
pero todavía hay
gente que se asusta,
se asusta cuando
una mujer se pone las botas
para pisar mejor
el barro,
se asustan porque
somos listos,
porque Dios está
con nosotros;
ven que nos
quemamos y no comprenden las llamas;
porque componemos
canciones previsoras
y al avisar
gritamos;
porque en nuestros
versos
no hablamos de lo
que siempre se habló en los versos:
las olas, la boca,
los pájaros.
¿Quién dice que en
nuestros versos no hay pájaros?
¿Qué son estos
gritos si no aves heridas?
No amar lo caduco,
lo seco, lo blando.
¡Los poetas amamos
a la sangre!
A la sangre
encerrada en la botella del cuerpo,
no a la sangre
derramada por los campos,
ni a la sangre
derramada por los celos,
por los jueces,
por los guerreros;
amamos a la sangre
derramada en el cuerpo,
a la sangre feliz
que ríe por las venas,
a la sangre que
baila cuando damos un beso.
Cantamos al amor.
A lo fresco.
A lo puro.
¡Estamos hartos de
cuentos!
¡Y que aprendan
los ñoños que el viento es el viento!
Y que cuando se
ama, se ama,
y que sólo es
pecado el mal comportamiento.
Gloria Fuertes
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