II
La calidez, la seda.
Lisuras de la noche mojan tu cabello.
El mar escurre desde tus ojos
se incendia el parasol de la aurora.
La inteligencia dicta el turno de las gacelas
y electriza tus manos
con sonrisas de lluvia.
Haces nacer la música que nadie ha de oír.
Una garza desangra el horizonte, sólo
para que un lago de sangre insurrecta
dé vida a cuanto inerte parecía.
Cuando encendés tu luz, todas las estrellas
prefieren dormir.
Jorge Ariel Madrazo
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