30 de junio de 2021
29 de junio de 2021
XVIII, Roberto Jorge Santoro
XVIII
y ya de nada vale tu tedeum
tu misa
tu dios occidental cristiano
tu barriga plagada de oropeles
porque seguís atado
al brazo del esbirro
que mueve tu comparsa
y ensucia el lugar donde naciste
Roberto Jorge Santoro
De Poesía en general (1973)
28 de junio de 2021
Verbo irregular, Roberto Jorge Santoro
Verbo irregular
yo amo
tú escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan
Roberto Jorge Santoro
27 de junio de 2021
El fútbol, Roberto Jorge Santoro
El fútbol
bailarín
con un pie mareador
silbador
quien lo ve
toca de a poco
en caricia
le pone al cuerpo ballet
levanta el balón
lo empuja
si lo resbala
lo mima con una gana
lo enrolla con otro pie
le da una vuelta
en el aire
de taco que ni se ve
la vuelve
le cae al pecho
que para
cae
resbala
su pierna de forma rara
la hace morir en el pie
que la pisa
si dormida por el suelo
la toca
y levanta vuelo
la pelota y el ballet
que en avance
con un pique
le dice que se le achique
la guarda
que en el zapato
del otro que ni la ven
se da vuelta
y no la tiene
está saltando en el aire
le dice con la cabeza
que va al otro
que la deja
que la espera en otro pie
Roberto Jorge Santoro
17 de junio de 2021
II, Leopoldo Marechal
II
A Unco, el idiota
Unco, el idiota, cortador de juncos,
yace aquí sin machete ni juncal.
Para el techo del hombre cortó juncos:
Para el amor del hombre
cortaba juncos verdes:
juncos llenos de viento,
para el hombre y su risa
cortó en el aguazal.
Y él nunca usó ni techo
ni amor ni risa ni hombre.
Rojo de mediodías, pero sin luz adentro;
gallardo y fuerte, pero sin canción,
fue una rica vihuela
que no tuvo cordaje
y una lámpara hermosa
que no encendió su dueño.
Su Dios fue un huevo de chajá
mecido a flor del agua negra.
Junco insonoro, yace largo a largo:
el Cortador Celeste lo ha cortado.
Leopoldo Marechal
16 de junio de 2021
Luzbel, Leopoldo Marechal
Luzbel
Luzbel había sido perdonado,
—la incansable bondad de Dios lo quiso—
y en la gloria del viejo paraíso,
el titán rebelado
contempla la luz sin variaciones:
siempre aquella quietud exasperante
ni una voz de sonoras vibraciones,
¡ni una alma interesante!...
Y en el silencio aquel, meditabundo,
inclinó el ángel malo la cabeza,
y su mirar profundo
se hundió en el torvo mar de la tristeza.
Dios lo vio y acercándose al impío
pregúntale: ¿En qué piensas? Un eterno
mal te agobia. ¿Cuál es tu desvarío?
Y respondió Luzbel: ¡Oh Padre mio,
soñaba en el infierno!…
Leopoldo Marechal
De "Los aguiluchos" 1922