Maravilla
Me he sentado como todos los días,
o casi todos
en una oficina sin ventanas;
me siento y casi no estoy.
Tal vez, digo, mejor hubiera sido no venir.
He perdido la alegría en un pasillo,
tengo el amor amontonado y húmedo
como un trapo, aquí
donde se generan los latidos sin aliento,
y parece que todo fuera nada.
Leo los diarios,
escarbo los mundos circundantes,
y entonces, cuando estoy distraída,
alguien llega
y me devuelve la alegría,
a mí, que todavía no sé quién soy.
Gabriela Bayarri
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