26 de febrero de 2021

G. de’ D. (Giovanni de Dondi 1318-1389), Hans Magnus Enzensberger




Mausoleo. 37 baladas de la historia del progreso,  Hans Magnus Enzensberger
Editorial anagrama (1979)

 
Mausoleo, la primera obra poética de envergadura de Hans Magnus Enzensberger en varios años, gira en tormo a Las contradicciones del progreso. un proceso de varios siglos de duración, cuyas intrincaciones trágicas y cómicas, honorables y absurdas, arrastramos todos nosotros. Se trata de un tema realmente grandioso. Aquí apenas se percibe ya esa modestia que el Yo lírico haba adoptado durante estos últimos años.
Si bien el progreso es un mito colectivo, ha encontrado su personificación en una larga serie de protagonistas y detractores. En consecuencia, la obra adopta la forma de una galería de espejos y retratos, en la cual pueden contemplarse revolucionarios y astrónomos, músicos e ingenieros, matemáticos y prestidigitadores, monjes y burócratas (Gutenberg, Maquiavelo, Leibniz, Darwin, Fourier. Chopin, Méliés, Bakunin, el Che, etc.). Todos ellos pertenecen a la raza blanca; proceden de las clases dominantes y los “estamentos cuItos” y, además, son todos varones. Se trata, por lo tanto, de una pequeña minoría radical que ha llevado a cabo acciones imprevisibles en nombre y, en bastantes ocasiones, a espaldas de la mayoría.
Un libro así no puede ser un volumen de poemas en el sentido usual. Nos hallamos ante un trabajo sumamente original y muy elaborado, que intenta establecer y representar unas relaciones estructurales amplias, más allá de la figura aislada, del texto suelto. A este fin, Enzensberger se ha servido de una antigua forma poética, que permite tanto el gesto épico como la desmesura dramática: la balada es un campo muy vasto. Sus amplias estrofas, sus largos versos soportan sin esfuerzo el collage de citas, enumeraciones, exhortaciones. paréntesis y meandros que el tema exige.
En los epitafios de los treinta y siete héroes pueden leerse sus invenciones y lucubraciones, sus pesadillas privadas y públicas, sus luchas a lo slapstick, sus triunfos y sus desastres. Estos epitafios tan sólo están identificados con unas iniciales. porque, en último término, el proceso anónimo va más allá de las intenciones y los deseos de los sujetos, arrollando la voluntad y la resistencia de éstos. Este libro se cierra con un índice en el cual, además de los personajes retratados el lector también puede encontrar otros muchos personajes implicados en la trama.

 



G. de’ D. (Giovanni de Dondi 1318-1389)
 

Giovanni de Dondi, de Padua,
pasó toda su vida
montar un reloj.
 
Un reloj sin precedentes, insuperado
a lo largo de cuatrocientos años.
De múltiple propulsión,
con ruedas elípticas,
conexión articulada
y el primer escape de husillo:
una inaudita construcción.
 
Siete cuadrantes
mostraban el estado del cielo
y las sordas revoluciones
de los planetas.
Y el octavo, de todos
el más pequeño,
daba la hora, el día y el año:
Á. D. 1346.
 
Forjado por la mano de su autor:
Una máquina celestial,
inútil y densa como los Trionfi,
un reloj de palabras
que construyó Petrarca.
 
¿Más por qué perdéis vuestro tiempo
en leer mis escritos,
si no podéis hacer
lo mismo que yo?
 
Duración de la luz solar,
cotas del periplo lunar
Un totalizador. A la vez
un duplicado del cielo.
Todo en metal, en metal.
Debajo de este cielo
seguimos aún viviendo.
 
La gente de Padua
no miraba el reloj.
Se sucedían golpes de Estado.
Rodaban carros de apestados.
Los banqueros
ponían las cuentas en claro.
La comida era escasa.
 
El origen de aquel mecanismo
es muy problemático.
Computador análogo.
Menhir, Astrario.
Trionfi del tempo. Residuo.
Inútil y denso
como un poema en metal.
 
No giraba Guggenheim
letras a Petrarca
los primeros de mes.
No tenía de’Dondi
contrato con el Pentágono.
 
Otras aves de rapiña. Otras
palabras y ruedas. Pero
el cielo es el mismo.
En aquella Edad Media
seguimos aún viviendo.

 
Hans Magnus Enzensberger
De Mausoleo. 37 baladas de la historia del progreso,  Hans Magnus Enzensberger
Editorial anagrama (1979) Traducción de Kim Vilar

 

Giovanni de Dondi vivía en Padua, y era un genio.
Perteneció a aquella generación fecunda de europeos de la baja edad media que lanzaron a nuestra civilización por los particulares caminos que la han caracterizado.
Filósofo, médico y sobre todo astrónomo, el maestro Giovanni enseñó en la Universidad de Pavía en la década de 1370, ciudad en la que fue protegido de Giangaleazzo Visconti, Duque de Milán, cuyo hijo al parecer trató de cierta enfermedad.
Posiblemente su legado más significativo sea la prodigiosa máquina astronómica que construyó, quizás con ayuda de su hermano Jacopo, hacia 1350, al tiempo que aparecían por toda Europa los primeros relojes mecánicos. No sólo medía el tiempo, sino que mostraba los movimientos celestes de varios planetas, recogiendo incluso, mediante complicados engranajes, las órbitas elípticas de la Luna y Mercurio (según el sistema tolemaico) así como las irregularidades de la órbita de Venus. Además, proporcionaba un calendario completo y perpetuo. Philippe de Maizières tuvo la suerte de ver esta máquina, de la que nos ha dejado una valiosa descripción:
"Vive hoy día en Italia un hombre excepcionalmente versado, que por consenso universal es reconocido como la mayor autoridad en medicina, filosofía y astronomía. Se le conoce como maestro Giovanni de los relojes. Actualmente está con el Conde de Virtú, y percibe un salario de dos mil florines al año. El maestro Giovanni ha producido obras famosas en las tres ciencias, todas tenidas en gran estima por los sabios de Italia, Alemania y Hungría.
Entre otras muchas cosas, ha inventado una máquina, denominada por algunos esfera o reloj de los movimientos celestes, que indica todos los movimientos de los signos del zodiaco y los planetas con sus órbitas y epiciclos. Cada planeta se muestra por separado con su movimiento, de modo que en cualquier momento del día o de la noche se puede ver bajo qué signo y con qué inclinación aparecen en el cielo los planetas y las estrellas mayores.
La esfera está construida de manera tan ingeniosa que, a pesar de que los engranajes son incontables, todo funciona gracias a un solo peso. Es tal el prodigio que astrónomos de todas partes vienen a admirar la obra. Para llegar a construirla tal como su ingenio la concibió, el maestro Giovanni la forjó con sus propias manos, sin ayuda de nadie, y no hizo otra cosa durante dieciséis años". Una vez construida la máquina estuvo colocada en la biblioteca del castillo de los Visconti en Pavía. No obstante, a la muerte del maestro Giovanni parece que nadie fue ya capaz de mantener en uso tan singular artefacto. Durante el siglo XVI se le pierde la pista, siendo quizás destruida durante el sitio de Pavía de dicho siglo.
Afortunadamente, además de Maizières, el propio Dondi nos ha dejado una minuciosa descripción de su máquina, que se ha conservado en el manuscrito 39 de la Biblioteca Capitular de Padua. Para el Dr. White, la compleja maquinaria de Dondi supera a cualquier otro ingenio mecánico del mundo antiguo o medieval, incluyendo el planetario helénico descubierto en el Egeo.
Para el Dr. Lloyd, "incluso hoy en día, con toda la ciencia y la técnica que tenemos a nuestra disposición, si una persona idease y construyese un reloj como el de Dondi habría que considerarla un genio".


 

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