31 de octubre de 2020
Aproximaciones: estructura y morfología de lo sagrado. Multiplicidad de las hierofanías, Mircea Eliade
Aproximaciones: estructura y morfología de lo sagrado
Multiplicidad de las hierofanías
Volveremos en el presente trabajo sobre los ejemplos que acabamos de citar. Hasta aquí nos han servido como una primera aproximación no para delimitar la noción de lo sagrado, sino para familiarizarnos con los documentos de que disponemos. Hemos llamado a esos documentos hierofanías porque cada uno revela una modalidad de lo sagrado.
Las modalidades de esa revelación, así como el valor ontológico que se le atribuye, son cuestiones que no podrán ser discutidas hasta el término de nuestra investigación.
Consideremos por el momento cada documento —rito, mito, cosmogonía o dios— como una hierofanía; dicho de otro modo: intentemos considerarlo como una manifestación de lo sagrado en el universo mental de los que lo han recibido.
Este ejercicio que proponemos no siempre es fácil. Al occidental habituado a relacionar espontáneamente las nociones de lo sagrado, de religión e incluso de magia con ciertas formas históricas de la vida religiosa judeo-cristiana, las hierofanías extranjeras le parecen en gran parte absurdas.
Aunque estuviera dispuesto a considerar con simpatía ciertos aspectos de las religiones exóticas —y en primer lugar de las religiones orientales—, le sería difícil comprender la sacralidad de las piedras, por ejemplo, o el erotismo místico. Y aun suponiendo que estas hierofanías pudieran encontrar justificación (considerándolas como «fetichismos», por ejemplo), es casi seguro que un hombre moderno seguirá siendo refractario a las demás, que vacilará enconcederles valor de hierofanía, es decir, de modalidades de lo sagrado. Walter Otto, en su Die Gótter Griechenlands, hacía notar lo difícil que le es al hombre moderno captar la sacralidad de las «formas perfectas», una de las categorías de lo divino que era de uso corriente entre los antiguos helenos. Veremos agravarse esta dificultad cuando se trate de considerar un símbolo como una manifestación de lo sagrado o de sentir las estaciones, los ritmos o la plenitud de las formas (de cualquier forma) como otros tantos modos de sacralidad. Intentaremos hacer ver en las páginas siguientes que los hombres de las culturas arcaicas las consideraban como tales. Y en la medida en que nos libremos de los prejuicios didácticos y olvidemos que se ha tachado a veces a estas actitudes de panteísmo, de fetichismo, de infantilismo, etc., lograremos comprender mejor el sentido pasado o actual de lo sagrado en las culturas arcaicas y aumentarán a la vez nuestras posibilidades de comprender tanto los modos como la historia de la sacralidad.
Tenemos que habituarnos a aceptar las hierofanías en cualquier parte, en cualquier sector de la vida fisiológica, económica, espiritual o social. En definitiva, no sabemos si existe algo —objeto, gesto, función fisiológica, ser o juego, etc.— que no haya sido transfigurado alguna vez, en alguna parte, a lo largo de la historia de la humanidad, en hierofanía. Cosa completamente distinta es buscar las razones que han determinado que ese algo se convierta en una hierofanía o deje de serlo en un momento dado. Pero lo cierto es que todo lo que el hombre ha manejado, sentido, encontrado o amado pudo convertirse en hierofanía. Sabemos, por ejemplo, que, en conjunto, los gestos, las danzas, los juegos infantiles, los juguetes, etc., tienen un origen religioso: fueron en otro tiempo juegos u objetos cultuales. Sabemos asimismo que los instrumentos de música, la arquitectura, los medios de transporte (animales, carros, barcas, etc.) empezaron por ser objetos o actividades sagradas. Cabe pensar que no existe ningún animal ni planta importante que no haya participado de la sacralidad en el curso de la historia. Sabemos también que todos los oficios, las artes, industrias y técnicas tienen un origen sagrado o han tenido, en el curso del tiempo, valores cultuales.
Podrían añadirse a esta lista los gestos cotidianos (levantarse, andar, correr), los distintos trabajos (caza, pesca, agricultura), todos los actos fisiológicos (alimentación, vida sexual, etc.), robablemente también los vocablos esenciales del idioma, etc. Evidentemente, no se trata de que toda la especie humana haya pasado por todas esas fases, de que cada grupo humano haya conocido, una tras otra, todas esas hierofanías. Semejante hipótesis evolucionista, que hubiera parecido aceptable quizá hace unas generaciones, está hoy completamente descartada. Pero cada grupo humano ha transustanciado por su cuenta, en algún lugar, en un momento histórico dado, cierto número de objetos, de animales, de plantas, de gestos, etc., en hierofanías, y es muy probable que, en definitiva, nada haya escapado a esta transfiguración que ha venido realizándose durante decenas de milenios de vida religiosa.
Mircea Eliade, De Tratado de historia de las religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado (2009, Ediciones Cristiandad)
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