18 de julio de 2020

Maneras de amar: Monólogos, Karen Alkalay-Gut


Maneras de amar: Monólogos, Karen Alkalay-Gut

I

 "Hay muchas maneras de amar",
 dice el profesor con una mancha de nacimiento
 sobre la mitad de su cara.
 Cuando camina por un lado
 es casi bien parecido,
 cuando se vuelve a la izquierda
 queda al descubierto la cicatriz roja
 y un monstruo conduce la clase.

 "Después de la guerra trabajé en una sala aislada
 para veteranos: había un hombrecillo
 con neurosis de guerra, nervioso, gay, que poco le faltaba
 para ser un gran catatónico, y necesitaba una manera
 de obtener atención. Un día comenzó
 a sentarse cerca de él en las comidas y a arrojar
 leche en su muslo. Fue un buen intento,
 pero el catatónico no captó el simbolismo".

 Miro en torno a mí en medio de la exposición.
 Soy la única que no se ríe.
 El profesor camina de un lado a otro.


II

 Hubo días en que se quedaba acostada en cama
 imaginándose una enfermedad seria, algo
 que lo hiciera sentirse culpable,
 correr junto a su lecho. Entonces
 se daría cuenta de cuánto...

 Pero incluso en ese punto ella
 no podía seguir con la fantasía:
 no era un hombre estándar,
 nunca seguiría
 un guión estándar. "Oh,
 dulce amante, por eso es que
 soy tu esclavo,
 porque no te inclinarías
 ni siquiera ante trucos más drásticos".


III

 En los días en que habían acordado encontrarse
 a veces él despertaba de un sueño
 en el que lo habían untado con miel
 y no podía escapar de las moscas.
 Por horas después se sorprendería a sí mismo
 espantando insectos imaginarios.

 Pero a ella le debía, decía, la oportunidad
 de que le dijera qué había en su corazón.
 Después de todo ella había planeado
 todo para él, el lujosos apartamento,
 el maravilloso empleo que siempre había aspirado tener,
 la oportunidad de realizarse.
 Y todo lo que ella aparentaba pedir a cambio
 ahora que parecía indiferente a las caricias,
 era su conversación.

 Por qué estaba tan hambrienta de su presencia
 era un acertijo -Dama- quería él gritar-
 se acabó. ¿No puedes dejarlo reposar?


IV

 Un día, digo, descubriré de dónde
 asciende esta inquietud. La dejaré ir
 tan lejos como quiera caminar, ver el espacio
 entre vínculos aceptados y encantados.

 Mi corazón es atrapado como un convicto que se escapó.
 Me conducen, cabizbajo, de nuevo a la propiedad.


V

 "Estás seguro",
 susurra ella en el ocaso
 "¿No hay ninguna oportunidad para mí?"

 Y yo, en la cocina,
 blanco de harina y domesticidad,
 me paro a contemplar su afinidad
 antes de mover la cabeza.


VI

 Cuántas maneras
 hay, preguntas,
 la tortuga que trata siempre
 de avanzar incluso cuando pesadas rocas
 bloquean tu camino. Cada una de las mujeres
 que amaste podrían haberte traído dicha
 si hubieses sabido sortear las rocas.
 Algunas veces sólo la presión
 de tu cabeza contra ellas
 las hizo pasearse
 como animales enjaulados
 de un lado a otro.


VII

 Con sólo un ojo
 me miras siempre
 en un ángulo
 me volteas así y asá,
 lo examinas todo.

 Estamos en nuestro lecho conyugal compartido
 gritando en unanimidad cacofónica.
 Es tanto una muerte como un revivir,
 y luego ruedas y te alejas,
 invocas el nombre
 de mi dios.

Karen Alkalay-Gut

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