El cordero
Antes, cuando era un cordero sobre la hierba,
¿te acuerdas, pequeña brisa de mí? —,
antes, cuántas cosas te dije sin usar de palabras,
cuántas cosas quedaron en el césped.
Sobre la paja venían hacia mí en el invierno
aquellas duras voces de la tierra llenas de frío.
Mis tobillos sentían germinar todos los seres
y mi hocico libaba el perfume de Dios
abandonado en la hierba. Iba descalzo sobre las voces
y la corola de mis oídos se abría en mi talón
yin mis manos y en mis ojos y en mi piel
y también en mi cuerpo se oía el extenso violín de la
pradera.
Cuántas cosas quería decir a los niños, las comprendían,
y confiaba en los hombres como en una campana.
-los hombres eran pastores de cristal, una hiedra de
ángeles
alrededor, una hoja de Dios, sus frentes.
EI aire sobre ellos no podía volar más,
no quería volar hacia el árbol ni al insecto ni al fruto,
porque ellos eran el último puerto de su danza-.
Yo estaba triste porque el mar me llamaba
y los corderos no tienen nave, y porque no tenía gaviotas
en mis patas para cruzar el cielo. Yo estaba triste,
pero las campesinas sabían que eran inmortales
y estaban tranquilas. Ellas se aproximaban a mis nubes,
en mi establo dormían silencios sin heridas
y en mi alma no había cenizas de espigas ni de cisnes.
Orfila Bardesio
De El ciervo radiante (1984)
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