Carta que le escribo a la indiecita que está en uno de los cuadros de mi dormitorio
Indiecita bailarina. Con miles de colores alegres y
tristes, como tu baile. Indiecita bonita, tu talle frágil de Luz
que se cierne en colinas, está sobre la pollera
obscura. Levantada al viento que sopla. Trayendo aires altiplánicos:
Huaiños.
Te quiero porque has nacido en el Altiplano. Te pareces
a las kenas. Y a los atardeceres de tus lagos.
Tu alma, que es triste
porque amó demasiado a la luna, se tiñe de rojo, de
azul y de amarillo para alegrarse. Y por eso bailas.
¿Sabes? El Huaiño es mitad triste y mitad alegre. Significa
tu alma y tu vestimenta.
Cualquiera que te vea diría que eres alegre. Pero
yo sé que eres triste. Por eso te escribo. Y te digo: No bailes.
Recuerda que ahí, cerca de ti, hay centinelas:
Cactus. Te están mirando enojados,
porque al bailar, el viento observa demasiado tus carnes cafés. ¡Tan sensuales!
Indiecita bonita, dame el brazo. Amárrame con tu
lazo, y llévame arriba, a esa montaña que yo no conozco.
Y después, desamárrame para que yo sólo, vea tu baile.
Y entrégate a mí sobre la montaña.
No puedo escribirte más. Son muy grandes tu luz, tus colinas
y tu lago.
Jaime Saenz
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