23 de noviembre de 2019

Carta que le escribo a la indiecita que está en uno de los cuadros de mi dormitorio, Jaime Saenz


Carta que le escribo a la indiecita que está en uno de los cuadros de mi dormitorio


Indiecita bailarina. Con miles de colores alegres y tristes, como tu baile. Indiecita bonita, tu talle frágil de Luz
que se cierne en colinas, está sobre la pollera obscura. Levantada al viento que sopla. Trayendo aires altiplánicos:
Huaiños.

Te quiero porque has nacido en el Altiplano. Te pareces a las kenas. Y a los atardeceres de tus lagos. Tu alma, que es triste porque amó demasiado a la luna, se tiñe de rojo, de azul y de amarillo para alegrarse. Y por eso bailas.

¿Sabes? El Huaiño es mitad triste y mitad alegre. Significa tu alma y tu vestimenta.

Cualquiera que te vea diría que eres alegre. Pero yo sé que eres triste. Por eso te escribo. Y te digo: No bailes.

Recuerda que ahí, cerca de ti, hay centinelas: Cactus. Te están mirando enojados, porque al bailar, el viento observa demasiado tus carnes cafés. ¡Tan sensuales!

Indiecita bonita, dame el brazo. Amárrame con tu lazo, y llévame arriba, a esa montaña que yo no conozco. Y después, desamárrame para que yo sólo, vea tu baile.

Y entrégate a mí sobre la montaña.

No puedo escribirte más. Son muy grandes tu luz, tus colinas y tu lago.


Jaime Saenz

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