13 de mayo de 2019

La verdad sobre las relaciones de César Vallejo y Luis Taboada, José B. Adolph



        La verdad sobre las relaciones de César Vallejo y Luis Taboada

Fascinado desde la adolescencia, como tantos, por la poesía de César Vallejo y particularmente por el poema «Gleba», intrigóme desde mi primera lectura el verso final de esa pieza vallejiana ejemplar: y, en fin, suelen decirse: Allá, las putas, Luis Taboada, los ingleses; / allá ellos, allá ellos, allá ellos!
Ese «ellos» del poema se refiere a los labriegos, término empleado aquí por el vate de Santiago de Chuco para nombrar a los campesinos («de la gleba») en la particular nomenclatura feudal europea asumida en tiempos de Vallejo y Felipe Pinglo1. Asumo con la modestia natural en un hombre de ciencia la significación de este temprano interés del autor de estas líneas (de 13 años en esa primera lectura) por identificar a Luis Taboada, interés que se corresponde con la curiosidad
típica del futuro investigador.
En efecto: carece de toda importancia identificar tanto a las putas como a los ingleses a que se refiere el poeta, aunque mi ilustre colega el Dr. Felipe Villalobos Ángstrom, de la Universidad de Uppsala, ha dedicado una curiosa monografía al tema2. Lo que me parece fundamental, sobre todo para entender la matriz peyorizante del Vallejo maduro, es la ubicación del susodicho Taboada. Gracias a la financiación y al apoyo logístico brindado por la Universidad Ganadera de Wyoming, EE.UU3., pude dedicar dos años de mi vida a revisar la documentación
existente, hablar con viejos amigos sobrevivientes4 y distinguidos biógrafos del poeta. El fruto de este trabajo, destinado, si se me permite afirmarlo, a despejar las dudas que desde hace unas siete décadas han vuelto insomnes a generaciones de lectores peruanos y extranjeros, se aprecia a continuación.
Durante el periplo vallejiano por la ciudad de Lima –fugado, prácticamente, de Trujillo y antes de partir en su viaje definitivo a París y a la muerte–, el poeta solía frecuentar los fumaderos de opio del barrio chino, hoy reemplazados globalizadoramente por papas fritas. No cometo infidencia alguna puesto que el propio Vallejo lo confirma públicamente en un célebre poema 5.
En una de esas noches de frío y garúa del invierno de la capital peruana, Vallejo y sus amigos bohemios avanzaban por la calle Capón, ligeramente ebrios   y recitando a viva  voz ciertas «poesías» subidas de tono que la seriedad de es-  te trabajo me impide citar, cuando se cruzaron con otro grupo, comandado por un enemigo literario de Vallejo, el crítico del célebre semanario conservador «El Pen- samiento Republicano». Este hombre no solamente había condenado a la poesía vallejiana como «absurda», «ortográficamente fallida» y «más cercana a la locura que a la belleza», sino también al hombre que la había escrito. Había, más de una vez, usado términos altamente inconvenientes para calificar al joven serrano como «campesino sin modales», «indio narigón» y «posible marica». A esto, Vallejo había respondido, en corro de amigos y más de una vez, con frases muy duras
relacionadas con la madre de su enemigo6. Inclusive había escrito una divertida
biografía falsa de esta persona, que los periódicos y revistas de la época se negaron a publicar y que, al parecer, fue posteriormente destruida, algunos afirman que por Georgette. «Pero eso no me consta», me dijo el profesor Murruchuca tras un acceso de tos. «Georgette ha sido muy calumniada».
Como ya se habrá deducido, el nombre de este sujeto era Luis Taboada Warren. El apellido materno del individuo nos revela el origen inglés de su señora progenitora. Las piezas del intríngulis van ensamblándose. La conjunción putas
+ Luis Taboada + los ingleses adquiere toda su trascendencia: en un solo verso magistral: nuestro máximo vate ha mencionado al desdichado, a su madre y a la nacionalidad de ésta, no limitándose, como suele suceder en la prosaica cotidianidad, a la infausta profesión de la señora Warren.


4 Específicamente el professor Cirilo Murruchuca, cuya avanzada edad, 109 años bien vividos en Trujillo, no le impidió guiarme en su silla de ruedas por su vasta biblioteca.

El autor de la presente investigación se considerará satisfecho si otras plumas, más dotadas, recogen esta primicia para profundizar en ella. Bien lo merece. Sobre todo si, como sospecho, detrás de Luis Taboada se movían otras, más siniestras fuerzas.


1Véase mi trabajo El Concepto del Labriego en Felipe Pinglo, PEISA, Lima 1977.
2«Las Putas y los Ingleses en la Poemática Vallejiana», Prensas Universitarias, Estocolmo 1985.
3Mi especial gratitud a su rectora, la Dra. Elizabeth Cow Holstein.
5«Esa noche no pudimos fumar...»
6Remembranzas de don Cirilo Murruchuca (inéditas).

José B. Adolph






José B. Adolph
 (Stuttgart, Alemania, 1933, Lima Perú 20/02/2008)

Residió en el Perú desde 1938. Fue ciudadano peruano desde 1974. Periodista colegiado. Publicó los siguientes libros de cuentos: El retorno de Aladino (Lima, 1968), Hasta que la muerte (Lima, 1971), Invisible para las fieras (Lima, 1972), Cuentos del relojero abominable (Lima, 1973), Mañana fuimos felices (Lima, 1974), La batalla del café (Lima, 1984), Un dulce horror (Lima, 1989), Diario del sótano (Lima, 1996). También las novelas La ronda de los generales (Lima, 1973), Mañana, las ratas (Lima, 1984), y Dora (Lima, 1989), y Teatro, (Lima, 1986), que incluye cuatro obras premiadas. Tiene cuentos traducidos al inglés, alemán, sueco, flamenco, francés, polaco, húngaro e italiano. Cuentos publicados en antologías y textos universitarios de Estados Unidos, España, Argentina, México, Suecia, Bélgica, Alemania, Polonia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario