La verdad sobre las relaciones de César Vallejo y Luis
Taboada
Fascinado desde la
adolescencia, como tantos, por la poesía de César Vallejo y particularmente por
el poema «Gleba», intrigóme desde mi primera lectura el verso final de esa
pieza vallejiana ejemplar: y, en fin, suelen decirse: Allá, las putas, Luis
Taboada, los ingleses; / allá ellos, allá ellos, allá ellos!
Ese «ellos» del poema se
refiere a los labriegos, término empleado aquí por el vate de Santiago de Chuco
para nombrar a los campesinos («de la gleba») en la particular nomenclatura
feudal europea asumida en tiempos de Vallejo y Felipe Pinglo1. Asumo con la
modestia natural en un hombre de ciencia la significación de este temprano
interés del autor de estas líneas (de 13 años en esa primera lectura) por
identificar a Luis Taboada, interés que se corresponde con la curiosidad
típica del futuro
investigador.
En efecto: carece de toda
importancia identificar tanto a las putas como a los ingleses a que se refiere
el poeta, aunque mi ilustre colega el Dr. Felipe Villalobos Ángstrom, de la
Universidad de Uppsala, ha dedicado una curiosa monografía al tema2. Lo que me
parece fundamental, sobre todo para entender la matriz peyorizante del Vallejo
maduro, es la ubicación del susodicho Taboada. Gracias a la financiación y al
apoyo logístico brindado por la Universidad Ganadera de Wyoming, EE.UU3., pude
dedicar dos años de mi vida a revisar la documentación
existente, hablar con viejos
amigos sobrevivientes4 y distinguidos biógrafos del poeta. El fruto de este
trabajo, destinado, si se me permite afirmarlo, a despejar las dudas que desde
hace unas siete décadas han vuelto insomnes a generaciones de lectores peruanos
y extranjeros, se aprecia a continuación.
Durante el periplo vallejiano
por la ciudad de Lima –fugado, prácticamente, de Trujillo y antes de partir en
su viaje definitivo a París y a la muerte–, el poeta solía frecuentar los
fumaderos de opio del barrio chino, hoy reemplazados globalizadoramente por
papas fritas. No cometo infidencia alguna puesto que el propio Vallejo lo
confirma públicamente en un célebre poema 5.
En una de esas noches de frío
y garúa del invierno de la capital peruana, Vallejo y sus amigos bohemios
avanzaban por la calle Capón, ligeramente ebrios y recitando a viva voz ciertas «poesías» subidas de tono que la
seriedad de es- te trabajo me impide
citar, cuando se cruzaron con otro grupo, comandado por un enemigo literario de
Vallejo, el crítico del célebre semanario conservador «El Pen- samiento
Republicano». Este hombre no solamente había condenado a la poesía vallejiana
como «absurda», «ortográficamente fallida» y «más cercana a la locura que a la
belleza», sino también al hombre que la había escrito. Había, más de una vez,
usado términos altamente inconvenientes para calificar al joven serrano como
«campesino sin modales», «indio narigón» y «posible marica». A esto, Vallejo
había respondido, en corro de amigos y más de una vez, con frases muy duras
relacionadas con la madre de
su enemigo6. Inclusive había escrito una divertida
biografía falsa de esta
persona, que los periódicos y revistas de la época se negaron a publicar y que,
al parecer, fue posteriormente destruida, algunos afirman que por Georgette.
«Pero eso no me consta», me dijo el profesor Murruchuca tras un acceso de tos.
«Georgette ha sido muy calumniada».
Como ya se habrá deducido, el
nombre de este sujeto era Luis Taboada Warren. El apellido materno del
individuo nos revela el origen inglés de su señora progenitora. Las piezas del
intríngulis van ensamblándose. La conjunción putas
+ Luis Taboada + los ingleses
adquiere toda su trascendencia: en un solo verso magistral: nuestro máximo vate
ha mencionado al desdichado, a su madre y a la nacionalidad de ésta, no
limitándose, como suele suceder en la prosaica cotidianidad, a la infausta
profesión de la señora Warren.
4 Específicamente el
professor Cirilo Murruchuca, cuya avanzada edad, 109 años bien vividos en
Trujillo, no le impidió guiarme en su silla de ruedas por su vasta biblioteca.
El autor de la presente
investigación se considerará satisfecho si otras plumas, más dotadas, recogen
esta primicia para profundizar en ella. Bien lo merece. Sobre todo si, como
sospecho, detrás de Luis Taboada se movían otras, más siniestras fuerzas.
1Véase mi trabajo El Concepto
del Labriego en Felipe Pinglo, PEISA, Lima 1977.
2«Las Putas y los Ingleses en
la Poemática Vallejiana», Prensas Universitarias, Estocolmo 1985.
3Mi especial gratitud a su
rectora, la Dra. Elizabeth Cow Holstein.
5«Esa noche no pudimos
fumar...»
6Remembranzas de don Cirilo
Murruchuca (inéditas).
José B. Adolph
José B. Adolph
(Stuttgart,
Alemania, 1933, Lima Perú 20/02/2008)
Residió en el Perú desde 1938. Fue ciudadano peruano
desde 1974. Periodista colegiado. Publicó los siguientes libros de cuentos: El
retorno de Aladino (Lima, 1968), Hasta que la muerte (Lima, 1971), Invisible
para las fieras (Lima, 1972), Cuentos del relojero abominable (Lima, 1973),
Mañana fuimos felices (Lima, 1974), La batalla del café (Lima, 1984), Un dulce
horror (Lima, 1989), Diario del sótano (Lima, 1996). También las novelas La
ronda de los generales (Lima, 1973), Mañana, las ratas (Lima, 1984), y Dora
(Lima, 1989), y Teatro, (Lima, 1986), que incluye cuatro obras premiadas. Tiene
cuentos traducidos al inglés, alemán, sueco, flamenco, francés, polaco, húngaro
e italiano. Cuentos publicados en antologías y textos universitarios de Estados
Unidos, España, Argentina, México, Suecia, Bélgica, Alemania, Polonia.
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