22 de mayo de 2019

Invocación entre luciérnagas, Leopoldo Castilla


Invocación entre luciérnagas


Han vuelto el padre y la madre,
y peregrinan entre luciérnagas.

Será siempre así, construir
como ellas, de muerte a luz, de luz a muerte,
la casa vagabunda, mientras nos movemos
como agua instintiva
dentro de las habitaciones;
con el ojo
suspenso
entre el abismo y el cóncavo humano,
perdiendo y salvando todo:
la combustión,
las formas que pierden la memoria,
la carta que falta en los fractales,
el futuro, ese desterrado,
y las breves especies que se esfuman
dentro de un sueño que no ha soñado nadie.

Vengo a pedir la lluvia,
abuela del bambú;
las cuevas donde el dios se guarece
y se desampara la guerra;
la anunciación de la garza;
la piel que deja, porque no hay nadie en la serpiente;
el aroma del sándalo, templo del templo,
y la nieve, pido, sobre las nubes, en esa cordillera,
cadáver del cielo;
y la mariposa,
latido de su semejanza,
y vamos con los elefantes
y su dormida manada de planetas,
con el murciélago y su patíbulo,
con el loto, beso de su sombra,
con un colibrí y un cuervo y un pétalo y una ofrenda,

vamos al mar que no sabe morir,
vamos, padres, a verme, como en la infancia,
persiguiendo instantes,
detrás de las luciérnagas.


Leopoldo Castilla

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