13 de marzo de 2019

Pesada luz, Juan L Ortiz


PESADA   LUZ

Mi  hijo  se  duerme  aquí,
a mi lado, sobre el pasto.
Y entró en el sueño entre un
lujo agreste de juguetes:
la  danza  de los  reflejos
encendiendo y apagando
un temblor de pececillos
en el agua azul del cielo
de donde surte un ruido
fino y roto de alegría
destrozada no sé dónde. . .
quizá en su misma pureza.

Entró  en  el   sueño  mi  hijo
entre una magia de flores
que   los   suspiros   de   los
ángeles hacen temblar
y llevan de un lado a otro
como en un deshojamiento
de la gran rosa del día
dormida sobre los campos. . .

Entró en el sueño mi hijo
jugando con unos frescos
animalillos que le buscaban las manecitas,
y unos dedos vagos que
le acariciaban la cara
con una suavidad tanta
que parecían morirse
al tocarle las  mejillas:

Entró en el sueño mi hijo
mirando el denso follaje,
oyendo cantar los pájaros,
rodeado de mariposas,
acariciado por los
tallos altos y sutiles,
con una brisa ya medio
dormida sobre los párpados.

Juan L Ortiz
De El agua y la noche (1933)

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