Breve y delicado
La tierra brota y cruje como una vena
rota.
Nace la flor silvestre, sencilla,
liviana,
como un ala apoyada en la brisa
entre el árbol y el trino.
No es nadie, no es nada,
procede de un rumor que salva
su abolengo, ebrio de orégano y anís.
Flor sin nombre, oruga de fuego.
Hermana pobre de la euforia,
todo lo bello quedara amparado en la
retina
y, como tal, será guardado
en un mapa impecable.
Mientras el agua dejé su mirada en el
paisaje.
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