3 de agosto de 2018

No podéis, no, prestar atención... Juan L. Ortiz


NO  PODÉIS,  NO,  PRESTAR  ATENCIÓN...

No podéis, no, prestar atención
a las bellezas, a las gracias que os rodean.
¿Las gracias?
Bajo la lluvia y el frío habréis de marchar, fuertes.
La lluvia sobre los jardines,
será una ironía, acaso, para vuestra hambre,
para vuestra impotencia actual de la gran dignidad
humana ?
Las gasas móviles —¿quién danza?— serán agujas finas
sobre la dura piel, aún sensible,
o una humedad toda vencedora
de lo más íntimo vuestro?
Una inundación gris sobre vuestras mujeres y vuestros hijos ?
¿La tierra cruel sin lámpara y sin techo?
Y el sol, el sol, y la mañana
pura de rocío y de rosas,
y el mediodía perfecto y alto como un canto ?
Y la tarde, la tarde,
meditación madura destacada
del pensamiento activo del día,
o gracia descendiente como un vuelo que ordena
las frases locas de los pájaros
y las encendidas danzas de las horas,
hasta la paz final con la brisa oscura:
poder, dulce poder que armoniza todos los gestos!
No podéis, no, prestar atención,
ni menos comulgar con las bellezas
que os acompañan, sin embargo.
Apenas si el presentimiento
de un resplandor efímero
cuando la belleza os hiere.
Menos ahora, hermanos míos,
menos ahora.
La llamarada trágica de España
os llega
con un calor de angustia y de esperanza.
Duros estáis vosotros y es bueno que asi sea ahora
en que el enemigo está activo por todo,
en que la lejana metralla despedaza
a las mujeres y los niños de vuestros compañeros.
Es tiempo de marchar todos unidos, fuertemente unidos,
al ritmo de las canciones de vuestros poetas.
Fuertemente unidos, la mirada alerta,
aunque la mañana sea la primer mañana
y la tarde la estampa más vieja, más misteriosa del recuerdo
repentinamente surgida de las nieblas de la sangre.
Es tiempo de marchar fuertemente unidos
aunque seáis sensibles a los poderes desconocidos y encantadores.
"Dura la pupila que ve lejos", sí.
"Sujetar, no cortar, las alas del alma,
aunque éstas sean finas y sensibles,
para que los vuelos futuros sean más altos".
Es ésta, hermanos mío, "una prueba de alas".
"Las fuertes sólo serán capaces
de las travesías inauditas que exigirán los días".
Y os iba, sin embargo, a invitar a mirar este cielo.
¡Qué cielo, hermanos míos, de anochecer de Abril!
El mundo vuelto todo hacia el puro resplandor
extraño, espiritual, místico, casi.
—¡Qué torpes  las  palabras  para las  presencias  misteriosas  y  ardidas!—
El mundo vuelto todo hacia el milagro amarillo
en una tensión toda religiosa.
Os iba a invitar por un minuto solo.
Pero recordé  que váis  acerados  y  ágiles  hacia el porvenir
donde duermen bellezas nuevas y frescas que ya nos hacen signos
en  la  gravedad  sonriente  y  flexible  de  vuestro  sacrificio
de todos los minutos del día y de la noche,
en la fuerza creadora de vuestro anhelo disciplinado
que configurará la tierra y los cielos.
Pero recordé que vuestros pasos deben aplastar las violetas,
si ellos conducen a la comunión final,
desde la cual las tardes serán las fiestas máximas,
el delicado, silencioso espectáculo, la numerosa comunión callada
que ennoblecerá las noches de todos,
el pensamiento íntimo de todos,
los sueños más secretos, más secretos, de todos.

Juan L. Ortiz
De El ángel inclinado (1937)

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