En las gargantas del Yan-Tsé
Qué oyó Tou-Fou, qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de
caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?
Sintió, solamente, como Li-Tai-Pe, que se prendían unos
gritos
por ahí?
Y el vértigo de la piedra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de
paja,
aleteando,
invisiblemente, casi,
en un junco...
que no admite ni eso para perderse, para perderse, en
seguida,
en un sin límite
de congoja. . . o
de niebla?
Juan L Ortiz
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