24 de septiembre de 2017

El escritor joven. Una carta dirigida a muchos. (1910) (Ensayo) Herman Hesse



 El escritor joven. Una carta dirigida a muchos. (1910) (Ensayo) Herman Hesse

Querido señor:
 Le doy las gracias por su hermosa carta y el envío de sus poemas y ensayos en prosa que he hojeado con interés y en los que he encontrado algunas huellas perdidas de mis propios comienzos literarios. Su amable carta y el envío de sus poemas me muestran una confianza que me avergüenza, ya que desgraciadamente tengo que decepcionarle.
 Usted me presenta lo que ha escrito hasta ahora, sus versos y otras tentativas literarias, y me pide que después de la lectura de estas páginas le diga lo que opino de su talento literario. La pregunta parece sencilla e inofensiva, teniendo en cuenta que no quiere oír ningún cumplido sino la estricta verdad. Nada me gustaría tanto como poder contestar de manera escueta a su pregunta escueta, si pudiese. La «verdad» no es tan fácil de hallar. Creo incluso que es completamente imposible aventurar algún juicio sobre el talento de un principiante al que no se conoce muy bien personalmente a través de la lectura de sus intentos literarios. Por sus versos puedo ver si ha leído a Nietzsche o a Baudelaire, si Liliencron o Hoffmannsthal son sus favoritos, quizás también si tiene ya un gusto formado conscientemente por el arte y por la naturaleza, pero eso no tiene que ver lo más mínimo con el talento literario. En el mejor de los casos (y eso hablaría en favor de sus versos) puedo descubrir huellas de sus vivencias y tratar de hacerme una idea de su carácter. Más es imposible; y el que le prometa valorar su talento literario a través de sus manuscritos de principiante como un grafólogo juzga el carácter de un lector en la sección de cartas del periódico, es un hombre bastante superficial o un farsante.
 No es muy difícil declarar que Goethe es un escritor importante después de leer «Wilhelm Meister» y «Fausto». Pero se podría reunir perfectamente un cuadernito de poemas de sus años de principiante del que nadie sería capaz de decir sino que el joven autor había leído afanosamente a Gellert y a otros modelos, y que tenía habilidad para hacer rimas. Cuando Goethe ya había escrito «Werther» y «Götz» se le atribuyeron durante mucho tiempo algunos escritos del poeta Lenz y viceversa. Es decir que, incluso en los escritores más grandes, la letra de los primeros intentos no es siempre verdaderamente característica ni claramente original. En los poemas juveniles de Schiller pueden encontrarse incluso convencionalismos y banalidades sorprendentes.
 De modo que es imposible enjuiciar los talentos jóvenes aunque a Usted le parezca sencillo. Como no le conozco bien, no sé en qué nivel se halla de su desarrollo personal. Sus poemas pueden contener ingenuidades que dentro de medio año ya habrá superado, pero del mismo modo, puede cometer todavía dentro de diez años los mismos errores. Hay poetas jóvenes que a los veinte años escriben versos de extraordinaria belleza, y a los treinta ya no escriben o, lo que es más grave, continúan escribiendo los mismos versos. Y hay talentos que no despiertan hasta que tienen treinta o cuarenta años.
 En una palabra, la pregunta que me hace sobre las probabilidades de alcanzar en el futuro fama como poeta es como si una madre preguntase si su hijo de cinco años será algún día grande y esbelto o pequeño. El chico puede ser hasta los catorce o quince años un pequeñajo y dar de repente un estirón.
 Me ha parecido agradable que no me haya hecho cargar, como hacen muchos de sus estimados colegas, con la responsabilidad de su futuro poético. Muchos que acuden a un escritor con experiencia con la misma pregunta que Usted hacen, no sin afectada solemnidad, depender de su decisión y respuesta, el que vuelvan a escribir jamás un verso. De esta manera llegaría uno a pasarse la vida con la sensación de haber privado a la literatura alemana quizás por un pequeño error, de Faustos y Cantares de los Nibelungos.
 Con esto quedaría contestada su carta. Me ha pedido un favor que desgraciadamente no puedo hacerle porque está más allá de lo posible. Pero no quisiera despedirme con una sentencia que no le satisfaga y que en el fondo interpretará como una negativa sutilmente disfrazada. Permítame por eso todavía unas palabras amistosas.
 No puedo saber si Usted será un poeta importante dentro de cinco o diez años. Pero que lo llegue a ser no depende en absoluto de los versos que escribe hoy.
 Y por último: ¿es preciso que sea escritor? Para muchos jóvenes con talento ser escritor es un ideal, porque en el escritor ven al ser humano original, de corazón puro, sensible, con sentidos refinados y una vida sentimental purificada. Todas estas virtudes se pueden tener sin ser escritor; y es mejor tenerlas que tener en su lugar el dudoso talento literario. Pero el que sólo se interesa por la carrera de escritor para llegar a la fama, es mejor que se haga actor.
 El hecho de que actualmente tenga la necesidad de escribir versos no es en sí ni un honor ni una vergüenza. La costumbre de aclarar en su conciencia las experiencias de su vida y de retenerlas en una forma concisa puede favorecerle y ayudarle a convertirse en un hombre cabal. Pero escribir también le puede perjudicar, y perjudica a muchos al inducirles a dejar rápidamente atrás y a archivar las experiencias, en lugar de saborearlas puramente. Algunos escritores jóvenes se acostumbran a enjuiciar sus experiencias según su aspecto literario y se convierten así en decoradores sentimentales, que al final sólo viven para escribir sobre ello.
 Mientras tenga la sensación de que sus intentos poéticos le son provechosos y que le ayudan a alcanzar una mayor claridad sobre sí mismo y el mundo, a aumentar su vitalidad, a agudizar su conciencia, continúe con ellos. Sea o no sea escritor Usted será un hombre útil, despierto y perspicaz. Si ésta es su meta, como espero, y si al disfrutar con la literatura poética o al producirla siente la más mínima dificultad y la más mínima tentación de seguir las sendas de la falsedad y de la vanidad y tema que se debilite su sentido ingenuo de la vida, deshágase de toda la literatura, la suya y la nuestra.
 Le saluda con buenos deseos su

 H. H.


Herman Hesse

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