29 de agosto de 2017

Nota preliminar de Vidas Imaginarias de Marcel schwob, Ricardo Baeza

 Nota preliminar de Vidas Imaginarias de Marcel schwob, Ricardo Baeza

Remy de Gourmont, en su 'Deuxième libre des Masques, decía, a propósito del arte de Marcel Schwob: “El mundo es una selva de diferencias; conocer el mundo es saber que no hay identidades formales, principio evidente y que se verifica a la perfección en el hombre, ya que la conciencia de ser no es sino la conciencia de ser distinto. No hay una ciencia del hombre, si un arte del hombre. Marcel Schwob ha dicho algunas cosas que me complazco en declarar definitivas; por ejemplo: “ El arte es el polo opuesto de las ideas generales; sólo describe lo individual, solo propende a lo único. En vez de desclasificar, desclasifica.”
Palabras singularmente luminosas y que tienen aún otro mérito; el de plasmar cabalmente en unas pocas sílabas la tendencia actual de los mejores espíritus.
“ Este arte desconocido de diferenciar la existencia es practicado por Marcel Schowb con la más aguda perspicacia. Sin jamás recurrir al procedimiento (legítimo por otra parte) de la deformación, particulariza con toda facilidad aun a los personajes de condición más ilusoria;
bástale para ello seleccionar en una serie de hechos ilógicos aquéllos cuya agrupación es susceptible de determinar un carácter exterior que se superponga, sin ocultarlo, al  carácter interior del hombre. Es la vida individual creada o reconstituida por la anécdota.
"El genio particular de Schwob es una especie de sencillez pavorosamente compleja, que hace que, mediante la disposición y armonía de una serie de detalles justos y precisos,  sus narraciones den la sensación de un detalle único. Como Paolo Uccello, cuyo genio geométrico analiza, envía sus líneas del centro hacia la periferia para luego traerlas de nuevo al centro, de igual manera la figura de Frate Dolcino., herético, parece dibujada en una sola espiral como el Cristo de Claude Mellan, pero, al final, el extremo del trazo torna a su punto de partida con una curva brusca.
"La ironía de estos cuentos y relatos biográficos raramente aparece acentuada como al comienzo de MM. Burke & Hare, asesinos: “Mr. William Burke se elevó de la condición más humilde a una fama eterna”; por lo general, es más bien latente, difundida sobre sus páginas como una veladura a primera vista apenas perceptible. Schwob, en el curso de su narración, nunca siente la necesidad de hacer comprender sus invenciones; no es en modo alguno explicativo, y ello aguza la impresión de ironía por el contraste natural que se descubre entre un hecho que nos parece maravilloso o abominable y la brevedad desdeñoso de un cuento. Pero, llevada a ciertas alturas de superioridad y desasimiento, la ironía linda con la piedad; realizase, en suma, una metamorfosis y no vemos ya las luces de la vida sino como “lámparas diminutas que alumbran apenas la lluvia oscura”. La ironía ha devorado su causa, y no alcanzamos ya a distinguirnos de las miserias que nos hacían sonreír y acabamos amando el error humano de que formamos parte.
"Trato sólo de explicar un método; precisar la impresión propia sobre el resultado obtenido es más difícil. El resultado, en varios tomos de cuentos y particularmente en las Vidas Imaginarias, es una legión de seres naciendo, moviéndose, hablando, recorriendo los caminos de la tierra y del mar con una prodigiosa certidumbre vital. Si la ironía de Marcel Schwob hubiera propendido hacia ese género de mistificación (en que Poe descollara) que los norteamericanos llaman hoase, ¡cuántos lectores, sin excluir a los doctos, habría podido embaucar con esa vida de Crates, cínico, donde ni una sola palabra viene a destruir la serenidad de una auténtica biografía! Para llegar a dar una impresión semejante, hacen falta una erudición infalible, una penetrante imaginación visual, un estilo puro y flexible, un tacto muy fino, una levedad de mano y una delicadeza extremas, y de añadidura el don de la ironía: sin todas estas virtudes, bien agenciadas en un espíritu de orden personalismo, no habrían podido escribirse las Vidas lmaginarias.”
No sería fácil caracterizar esta mezcla de poesía y realidad (“de realidad en lo inexistente”, decía Paul Claudel), de erudición y de ensueño, de matemático y de visionario, que es el arte de Schwob, mejor ni más sumariamente que lo hace Gourmont, quien en otro pasaje de su ensayo alude al “librito milagroso” que es La Cruzada de los Niños, para concluir: “Los libros de Marcel Sclrwob invitan a meditar, después de habernos deleitado con lo imprevisto del acento, de los rostros, las vestiduras, los ademanes y actitudes, escritor de los más sustanciales, de la especie diezmada de los que tienen siempre en los labios alguna palabra nueva y fragante que ofrecernos”.
Vidas Imaginarias, incontestablemente la obra maestra de Scbwob, es desde luego una obra punto menos que única en el reino literario, un hibrido de la biografía y la ficción; o, más bien, un injerto de la historia en la literatura, ya que su naturaleza es esencialmente literaria, y las facultades cardinales que presiden su orden son la imaginación y el espíritu de poesía.
Así, el estilo, “su frase, henchida de savia”, que dice también Gourmont, es un elemento primordial en ella y uno de sus valores más sustantivos, al igual que en sus otras obras.
Prueba de ello es la misma elección de los protagonistas, casi todos figuras históricas, pero o bien de plano secundario, como Cecco Angiolieri, Clodia, C-rates, Pocahontas, Burke & Hare, o bien de unn realidad humilde y casi anónima, como Frate Dolcino, Gabriel Sponsor, Katherine, Alain, o envuelta en el misterio, como Cyril Tourneur, o írisando con lo iabuloso, como Erostrato, o si ilustres, como en el caso de Empédocles, Luciano y Petronio, más en  la leyenda y el mito que en la historia; e incluso alguno exclusivamente literario, como Sufrah, salido de Aladino y la lámpara maravillosa. Esto es: seres de una realidad problemática, más fantasmal que efectiva, en -quienes la escasez de los datos y la imprecisión de los rasgos permite, e incluso impone, una reconstitución especulativa, mediante la inducción, la hipótesis y el ensueño: imaginaria, en suma.
El autor, en su ensayo preliminar (“páginas admirables, que todos los artistas deberían aprender de memoria”, decía Jules Renard), nos expone su concepto del arte biográfico: captar los rasgos únicos, distintivos de la vida del personaje, lo que constituye su identidad fundamental, su parábola propia, u ninguna otra semejante, en el firmamento de la vida colectiva; y de ahí el error de Plutarco, pese a todo su genio, al pretender ofrecernos unas vidas “paralelas”. Dada la brevedad de sus biografías “imaginarias”, Schwob ha tenido que escoger cuidadosamente los rasgos para la caracterización de sus personajes, desechando todo lo simplemente anecdótico, conservando tan sólo lo esencial, destilando sus materiales y buscando la máxima estilización de su línea. En este respecto, pocas obras tan concisas y de una tan extraordinaria condensación, dentro de esa sobriedad y simplificación que ya indicaba Gourment como característica fundamental del arte de Schwob: arte de litote, si los hubo, el menos barroco y ornamental que podría concebirse. Como la realidad de los personajes que toma entre manos es apenas histórica, en el sentido de que apenas sabemos nada preciso de ellos, el autor tiene que acudir a la imaginación para trazar el esquema de sus vidas, y por eso ha llamado a éstas “imaginarias”, indicando con ello que son ante todo obra de poesía. Pero la imaginación aquí no es arbitraria ni vaga a su antojo por los caminos de la fantasía; severamente gobernada por un criterio que podríamos llamar científico, puesto que se apoya en el conocimiento más estricto, toma como base o punto de partida los datos conocidos y opera sobre ellos con los instrumentos espirituales de la intuición y la lógica, completando y supliendo.
Dentro de este repertorio de veintidós vidas hay una diversidad extraordinaria de fuentes, desde Diógenes Laercio hasta De Quincey y los registros de la criminalidad londinense, pasando por los historiadores griegos y latinos, los tratadistas de la Cábala, los cronistas de la Edad Media, el proceso de Juana de Arco, las letras remisorias espigadas en los Archivos Nacionales de Paris, Vasari, el mundo teatral elisabetano, los anales de la piratería, etc.; y hay también una diversidad de especie entre ellas, una cierta gama de individuación en la imagen, que va desde las más personales y, privativas, como Eróstrato, Lucrecio 0 Cyril Tourneur, hasta las más genéricas, como Gabriel Spenser, Katherine, Alain o Phips; aunque incluso en estas últimas no falta nunca el rasgo propio, singular, único, que da aun a la figura en apariencia más genérica un acento y un rostro individual y es como su fermento de vida.
Pero todas ellas aparecen destacándose sobre un fondo histórico minuciosamente compuesto, con la ciencia detallada  precisa de un filólogo consumado y un erudito; y esta mixtura, tan poco usual, de sabio y de poeta, de arqueólogo y de artista, constituye sin duda una de las características más conspicuas y originales del libro.
Es así como estas Vidas Imaginaria; Vienen a ser, no obstante su parvedad, un variadísimo panorama histórico, una especie de Leyenda de los Siglos (considerablemente más fidedigna, desde el punto de vista arqueológico, «que la victorhuguesca), una serie de viñetas sutilmente miniadas que nos llevan a través del tiempo y del espacio, desde la antigua Grecia a las orillas neblinosas del Támesis, cruzando la Roma de los Césares, el Islam miliunanochesco, la Francia medieval, la Italia renacentista, las lndias occidentales, y tantas otras épocas y parajes de la aventura humana. Libro esencialmente de evocación, que con toda justicia mereció a su autor ser calificado por Goncourt de “el más maravilloso resucitador del pasado”.

Marcel Schwob fué estimado y admirado por lo mejor de su época: Mallarmé, Anatole France, Edmond de Goncourt, Mirheau, Elémir _Bourges, Alphonse y Léon Daudet, Wyzewa, Jules Renard, Gourmont, Barrès, Gide, Paul Fort, Bataille, Maeterlinck, Claudel, Colette, Francis Jammes, casi todos los escritores notables del su época fueron amigos suyos, le apreciaron en su justo valor y han dejado testimonio fehaciente de su admiración. Muchos de ellos, además, sufrieron su beneficiosa influencia. Gran conocedor y difundidor de la literatura inglesa, fué también conocido y estimado de algunos de los más grandes escritores ingleses del período victorìano, entre ellos Stevenson y Meredith, cuya obra reveló al público francés, y Oscar Wilde, que le consultó para el texto definitivo de Salomé (escrito, como es sabido, en francés) y le dedicó su poema The Sphinx, el más importante de su obra poética después de la Balada. No es dudoso que, de haber vivido más tiempo y en condiciones más normales, su nombre habría quedado en la literatura de su época como uno de los más insignes. Pero, aun malograda por un destino trágico, la obra que de él nos queda es suficiente para asegurarle un puesto de honor y conservar viva su memoria entre los hombres de espíritu.
La vida literaria hoy día es una tal presura de intereses y ambiciones personales, un tal tumulto de candidatos al éxito y la fama, que el artista, para su triunfo, ha de fiar ante todo en su propio esfuerzo y capacidad muñidora.
De ahí que, si no ha agrupado en torno suyo poderosos intereses ajenos, pecuniarios o doctrinales, de escuela o de partido, capaces de sobrevivirle, apenas muerto resbala al olvido, y en él permanece, más o menos totalmente sumergido, basta que, con el transcurso de los años, surge, por razón de fervor o de provecho, el resurrector de glorias dotado de la suficiente actividad e influencia a quien su rescate de las tinieblas puede servir de laurel propio. Tal es el destino melancólico de los artistas solitarios, y tal fue el de Marcel Schwob, desaparecido demasiado 'tempranamente de la escena literaria para poder dejar en ella como cumplía la huella de su paso.
Sus entusiastas no han faltado, como decíamos más arriba, y el libro de Champion como la edición póstuma de sus obras completas prueban que su fama está en creciente. Pero la justicia que ya se le ha hecho no es todavía la que por derecho propio le corresponde; y pienso que su arte, tan complejo  sensible, tan fuerte y delicado, tan sutilmente urdido de emoción y de inteligencia, tiene aún más porvenir que pasado, y constituirá para el espectador de mañana, aún más que para el de hoy, un bello y aleccionador espectáculo.

Marcel Schwob nació el 23 de agosto de 1867 en Savìlle, departamento de Seine-et-Oise. De raza judía, desciende por ambas ramas de dos antiguas familias de rabinos y de médicos, de letrados y eruditos.
Su tío materno, Léon Cahun, conservador adjunto dc la Biblioteca Mazarine, es hombre doctísimo, autor de un libro titulado La Vie Juive, que goza de gran autoridad.
Recibe una educación esmeradísima; a los tres años habla inglés y alemán; De gran precocidad, dedicado por entero al estudio y a la literatura, empieza a escribir casi adolescente y debuta muy joven en el periodismo, con gran éxito. A los veinticuatro publica su primer libro, Coeur double, colección de cuentos, y participa activamente en el movimiento simbolista. Agudo crítico y ensayista (véanse los estudios recogidos en Spicilège), a la vez que cuentista y poeta en prosa, letrado de vastísima cultura, es también un filólogo eminente, consumado humanista, con un profundo conocimiento del francés antiguo. Su biógrafo, Champion, historiador de la poesía del siglo XV y especialista en Villon, Charles d'Orléans y Ronsard, ha reconocido sus investigaciones sobre el primero de estos poetas .y la banda de los coquillards como capitales en la materia y aceptado como válida su teoría de que el argot no era de formación espontánea, sino un lenguaje artificial destinado a ser comprendido tan sólo de una clase determinada. Por otra parte, Schwob no cesó jamás de ahondar el tema, sobre el que proyectaba una obra de vastas proporciones, al final de su vida dio un curso sobre él, y el largo estudio titulado François Villon que encabeza Spicilêge es el más importante del libro.
La vida de Scbwob, consagrada por entero a las letras, ofrece pocos acontecimientos de importancia, aparte sino del trágico sino que arruinó su salud, y con ello su obra de creación, y le hizo sobreviviese diez años. De 1890 a fines del 93 tiene lugar su liaison con una muchachita de la vida, Louise, menuda, frágil y pueril, hermana espiritual de Ann, la inolvidable y misericordiosa ramera adolescente que cruza con pie tan fugaz las páginas del Opium eater. Minada por la miseria y la tisis, muere al fin Louise, apenas cumplidos los veinticinco, dejando inconsolable a Schwob, que se esforzó en salvarla, cuidándola con una ternura exquisita.
Le Livre de Monelle, de esta época, le fué en gran parte inspirado por su recuerdo, y en él se nos aparece furtivamente bajo la máscara de Mónera y sus hermanas.
A principios de 1895 conoce a la que habrá de ser su mujer y la pasión ya de su vida: Marguerite Moreno, actriz de la Comédie Française, famosa por su arte inteligente y personal, su exótica belleza y su voz admirable. Schwob (nos dice Champion) la amó en seguida con una pasión absoluta, siguiéndola a todas partes; “lloraba escuchándola decir versos, y todo en ella le parecía maravilloso”. Pero el idilio duró sólo unos meses, interrumpido trágicamente por una atroz enfermedad, a la que alude un tanto crípticamente su biógrafo: “A fines de aquel mismo año Scbwob fue operado por vez primera. Cuatro operaciones más hubo de sufrir posteriormente, a causa de un mal misterioso, que los médicos diagnosticaban de modo diverso. Schwob, a partir de ese momento, fue ya un inválido, condenado a arrastrar una vida lánguida y precaria, mutilado, herido irremediablemente en su dignidad de hombre, en un amor que le dió, sin embargo, la fuerza heroica de sobrevivirse. Después de aquella primera operación, Marguerite Moreno, que le cuidó hasta el final con la más perfecta abnegación, fué ya una verdadera hermana de caridad a la cabecera de su lecho de enfermo. “Ella me ha consolado de todo -decía Schwob-; vivo sólo por ella y para ella.”
Con el comienzo de su terrible dolencia, sumido por ella en el estupor intermitente de los hipnóticos y analgésicos, termina la obra de creación de Schwob, que circunscribe en adelante su actividad a trabajos de erudición y de crítica. Su vida no ofrece ya otro suceso saliente que el viaje que hace a Samoa en 1901- 1902, siguiendo la pista del recuerdo de Stevenson, cuya obra amó tanto. Acompañado tan sólo de Ting, su fiel criado chino, pues Marguerite Moreno fué retenida en Francia por sus obligaciones profesionales de sociétaire del Théâtre Français, estuvo a punto de morir durante el viaje de una neumonía. Pero el reposo definitivo no llega hasta el 26 de Febrero de 1905, en París.
La personalidad humana de Marcel Schwob no fué menos singular y atractiva que la artística. Pocos hombres tuvieron en tal grado el don de la simpatía humana y de la amistad, la capacidad de gozarse en cl talento ajeno, la sagacidad de descubrirlo y la inclinación a favorecerlo. Los testimonios de sus contemporáneos à este respecto son concluyentes y abundantes. Véase, por ejemplo, lo que Paul Valéry le escribe en 1895: “Si he tenido la suerte de escribir algo que pueda merecer su aprobación, a usted se lo debo en absoluto. Usted es casi la única persona que me ha estimulado sincera y lúcidamente”.
Otros nos han dejado una impresión vivida y fidedigna del hombre y su influjo. En 1891, Jules Renard escribe en su Diario: “Ayer, Schwob estuvo en casa hasta las dos de la mañana. Me pareció como si tomara entre sus dedos finos mi cerebro y le diera vueltas, exponiéndolo a la luz. Hablaba de Esquilo, comparándolo con Rodin. Analizaba los Siete contra Tebas y la rivalidad de Eteocles y Polinices y la manera geométrica, arquitectural, en que esta obra se halla compuesta: tantos enemigos contra tantos, tantos versos, diez por ejemplo, para cada jefe... La lámpara se apagó de repente, y tuve -que encender las bujías del piano. El rostro de Schwob quedó en la sombra. Siento que este hombre va a ejercer sobre mí una influencia enorme”. (Schwob fué, por otra parte, quien le movió a publicar L”Écornifleur y le animó con su elogio y su consejo). Y en otra ocasión anota: “Cuando le dice a uno que algo está bien, sus ojos tienen un leve parpadeo, como unos labios que rezaran”.
Francis Jammes, a su vez, nos dice, con motivo de una visita a Schwob en 1895: “Su voz era la más melodiosa que oí nunca. Su saber era extraordinario, pero tenía el don de ponerse al alcance de uno”. Y tres años más tarde, cuando Schwob le devuelve la visita en su agreste retiro de Orthez, nos traza el siguiente retrato: “Sus ojos eran de una maravillosa limpidez, color de agua de mar gris, con un punto tan negro y tan vivo en el centro que se veía casi lo que iba a decir antes de oírlo.
La nariz era un tanto carnosa, en pico de gaviota, vista de perfil, como la de muchos israelitas. Se había afeitado el bigote. Tenía el labio inferior abultado, la barbilla voluntariosa, la oreja tendida, siempre alerta. Andaba un poco encorvado, apoyándose en un bastón y llevándose de cuando en cuando a la boca, con ademán anguloso y cohibido, una pipa corta de cartón piedra. Volví a oír aquella voz dulce, que tanto me llamara la atención la primera vez, de una extraña dulzura, lo mismo cuando hablaba de los sucesos más triviales, que en su boca dejaban de serlo, que cuando, durante un paseo que dimos por la playa, me leía, traduciendo del latin, sin un titubeo y en un francés inimitable, leyendas de la espiritualidad más elevada”.
André Gide corrobora esta impresión en su Diario, donde apunta, a propósito de Schwob:
“Seguramente que no era hermoso, pero su mirada tenía una dulzura encantadora, en perfecta armonía con el timbre de su voz. Su amabilidad era exquisita y ponía el mayor interés
en dirigir la curiosidad intelectual de sus amigos hacia aquello que a su inicio podía satisfacerla
mejor. No olvidaré que el fué quien me hizo leer Ibsen”.

Vies Imaginaires comenzó a publicarse en Le Journal, en iuiio de 1894, apareciendo en libro en 1896. Los otros libros originales de Marcel Scbwob publicados en vida son:
Coeur double, cuentos, 1891. -›- La Rai au masque d or, cuento, 1892. Le Livre de Monelle, 1894.  Mimes, poemas en prosa (sugeridos en cierto modo por los Mimos de Herondas), 1894. / La Croisade des Enfants, narraciones (que participan de la narración y del poema en prosa), 1895. Spicilège (criticas y ensayos), 1896. -I Maeurs des Diurnales (ensayo y disparatario del periodismo, publicado bajo el seudónimo de Loyson-Bridet), 1903. – La Lampe de Psyché (que incluye Le Livre de Monelle, Mimes y La Croisade des Enfants, añadiendo un cuento: L'Étoiï,e de bois, de 1897), 1903.
En 1928 apareció en las Editions Bernouard, Paris, dirigida por Pierre Champion, una edición definitiva y critica de sus Obras Completas, en 10 volúmenes in-8, de los cuales 4 inéditos.
Se recogen en ella, además de las obras mencionadas y de la traducción de Macbeth, Hamlet
(versión estrenada por Sarah Bernlnardtì, la novela de Daniel De Foe Moll F landers y el drama de Marion Crawiord Francesca de Rimini, los Écrits de Ieunesse, Lettres à sa famille, Voyage à Samoa, Chroniques, Lettres parisiennes y Mêlanges clhistoire litteraire et de linguistique.
Para el conocimiento detallado de su vida y obra, véase el excelente libro de Pierre Champion: Marcel Schwob et son temps, que lleva en Apéndice unas interesantes cartas de Jules Renard, Paul Clandel, Colette y Francis Jammes.
Esta es la primera obra de Marcel Sclrwob que aparece en Castellano-

Ricardo Baeza

Ricardo Baeza Durán (Bayamo, Cuba, 18901​ – Madrid, 3 de febrero de 1956)2​ fue un escritor, poeta, traductor, embajador, editor, ensayista y periodista español. Entre 1915 y 1939 alcanzó gran prestigio en la vida literaria e intelectual española, hasta que la derrota de la II República le obligó a exiliarse a Argentina, donde desarrolló también una destacada labor cultural, sobre todo en el campo de la edición. Aunque nació en Cuba sus padres regresaron pronto a Madrid, por lo que su formación académica tuvo lugar en esta ciudad, siendo compañero de estudios de Ramón Gómez de la Serna en el Instituto Cardenal Cisneros y en la Universidad Central madrileña.


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