El poeta y el pescado
Se ha dicho que para el poeta es claro aquello que es oscuro
para los otros. Yo creo que para el poeta es oscuro lo que es claro para todos.
El poeta busca lo que todos ya han encontrado.
El hombre común da por sentado que hay cosas importantes y
cosas fútiles, inútiles. El poeta no da nada por sentado; él no es un hombre de
buen sentido. El poeta es alguien que no sabe, y desea saber, imperiosamente.
No sabe qué cosas son importantes, está en estado de disponibilidad. Quizá
descubra que algo de enorme trascendencia se produce cuando escucha la noche;
quizá comprenda que la tierra no seguirá girando a menos que él encienda la
lámpara del día; quizá decida ser un transeúnte por el filo de lo imposible;
quizá cante la plegaria de la vida, quizá cante el salmo de la muerte; quizá
detenga el sol para alimentar la fuente de las palabras ardientes; quizá ponga
a rodar la piedra de la aventura; quizá rompa el cántaro de la leche natal del
amor; quizá tome en sus manos el corazón profético de la amistad. Podrá hacer
esto o aquello pero jamás dará nada por sentado, jamás será un hombre de buen
sentido, porque para él es oscuro lo que es claro para todos.
El hombre común va al mercado y compra pescado. Se lo
colocan en una bolsa de plástico y se lo envuelven con papel de diario. El
poeta, camino de su casa, deshace el paquete, alisa la hoja de diario que ha
sido arrugada en la pescadería, y encuentra la palabra "humedad". Y
esto es bueno porque recién entonces -después de tanta búsqueda- descubre que
es el llanto de Dios lo que humedece los cabellos de las víctimas inocentes.
Esa misma mañana varios miles de personas han llevado a sus casas un pescado
envuelto en una hoja de diario y no han logrado descubrir nada -sin embargo-
acerca de la disposición de ánimo de Dios respecto a las víctimas inocentes. Este
hallazgo refuerza en el poeta la idea de que no es conveniente dar por sentado
que el pescado es lo importante y el envoltorio lo secundario.
Ahora bien, enterados de este hecho, algunos vecinos con
pretensiones literarias han decidido que lo importante no es el pescado sino el
envoltorio y han instituido la costumbre de leer cuidadosamente todo lo escrito
en los envoltorios de sus compras. Ignoran que el poeta, unos días después, ha
comprado una vez más pescado y ha vuelto a su casa con el paquete intacto, sin
dirigir ni una mirada a esa hoja de diario. Es que en esa ocasión se ha dicho:
un poema ronda mi cabeza, no es bueno que lea ahora el diario ya que esto
ahuyentaría el perfume de esas palabras. Pero un vecino se cruza con él y
advierte que no ha deshecho el envoltorio, y piensa: un holgazán, sin duda,
tendría que estar leyendo esa hoja para encontrar la palabra necesaria para su
trabajo, porque ahora todos sabemos que es más importante el envoltorio que el
pescado.
Entre tanto, el poeta sigue su camino, oyendo sin escuchar,
viendo sin mirar. Ha olvidado completamente lo que lleva en la mano. Está
convencido de que ni el pescado ni su envoltorio tienen la menor importancia.
Gianni Siccardi
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