A UN MARMOL GRIEGO
IIótvia, zótvia,
blanca diosa sepulcral,
apiádate de mi tristeza
oh, silencio de Paros.
No soy de estos a vuestros pies,
estos vestidos y decoro;
soy vuestro hermano,
vuestro amante de antaño que os implora,
y vos no me escucháis.
Os he susurrado en vuestras soledades
de nuestros amores en Frigia,
el lejano éxtasis de abrasadores mediodías
cuando las frágiles flautas
cesaban a la sombra del ciprés,
y los curtidos dedos del pastor
resbalaban por hombros esbeltos;
y sólo cantaban las cigarras.
Os he hablado de las colinas
y del murmullo de los juncos
y del sol sobre vuestros pechos,
y vos no me escucháis,
wtótvna, wótvta,
vos no me escucháis.
Richard Aldington
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