7 de abril de 2017

Una realidad aparte, Carlos Castaneda

UNA REALIDAD APARTE

Piensas demasiado en ti mismo. Y eso te da una fatiga extraña que te hace cerrarte al mundo
que te rodea y agarrarte de tus razones. Por eso tienes solamente problemas.
Sentirse importante le hace a uno pesado, rudo y vanidoso. Para ser hombre de conocimiento se necesita ser liviano y fluido.
La oscuridad del día es la mejor hora para “ver”.
Tus acciones así como las acciones de tus semejantes en general, te parecen importantes solo por qué has aprendido a pensar que son importantes.
Todo es igual y por lo tanto sin importancia. Por ejemplo, no hay manera de decir que mis actos son más importantes que los tuyos, o que una cosa es más esencial que otra; por lo tanto, todas las cosas son iguales, y al ser iguales carecen de importancia.
Un hombre de conocimiento elige un camino de corazón y lo sigue: y luego mira, se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, solo tiene vida que vivir, y en tal condición su única liga con sus semejantes es su “desatino controlado”. Así, un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le importa más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo actúa como si le importara. Su desatino controlado lo lleva a decir que lo que él hace importa y lo lleva a actuar como si importara, y sin embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz...
Tú piensas en tus actos. Por eso tienes que creer que tus actos son tan importantes como piensas que son, cuando en realidad nada de lo que uno hace es importante. ¡ Nada!
Al conocimiento o a la guerra se va con miedo, con respeto, sabiendo que se va a la guerra, y con absoluta confianza en sí mismo. Confía en ti. No en mí...
Para convertirse en hombre de conocimiento hay que ser un guerrero, no un niño llorón. Hay que luchar sin entregarse, sin una queja, sin titubear hasta que uno vea, y solo entonces puede uno darse cuenta que nada importa.
Te importa demasiado querer a los otros o que te quieran a ti. Un hombre de conocimiento quiere, eso es todo. Quiere lo que se le antoja o a quien se le antoja, pero usa su desatino controlado para andar sin pena ni cuidado.
Que los otros lo quieran o no lo quieran a uno no es todo lo que se puede hacer como hombre.
Si yo no pensara en mí muerte, mí vida entera no sería sino un caos personal.
Piensas que todo el mundo es sencillo de entender, porque todo cuanto tu haces es una rutina sencilla de entender.
Tener hambre o sentir dolor significa que uno se ha entregado y que ya no se es guerrero; las fuerzas de su hambre y dolor lo destruirán.
La voluntad es algo muy especial. Ocurre misteriosamente. No hay en realidad manera de decir como la usa uno. Excepto que los resultados de usar la voluntad son asombrosos. Acaso lo primero que se debe hacer es saber que uno puede desarrollar la voluntad. Un guerrero lo sabe y se pone a esperar. Tu error es no saber que estas esperando tu voluntad.
La voluntad es algo muy claro y poderoso que dirige nuestros actos. La voluntad es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder.
Cuando un hombre se embarca en los caminos de la brujería, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre; de que el conocimiento es en verdad algo que da miedo; de que los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén; y de que si desea sobrevivir debe adoptar una nueva forma de vida. Lo primero que debe hacer, en ese punto, es querer llegar a ser un guerrero, un paso y una decisión muy importantes.
Un hombre despejado, sabiendo que no tiene posibilidades de poner vallas a su muerte, solo tiene una cosa que le respalde; el poder de sus decisiones. Tiene que ser, por así decirlo, el amo de su elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad, y una vez que hace su selección no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones. Sus decisiones son definitivas, simplemente porque su muerte no le da tiempo a adherirse a nada.
Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe como esperar.
Un hombre puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como un guerrero, ni ser brujo. Al aprender a ver un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí.
Lo que debería darte escalofríos es no tener nada que esperar mas que una vida de hacer lo que siempre has hecho.
 A un guerrero no le importan los significados.
Un guerrero nunca está disponible; nunca está en el camino esperando las pedradas. Así corta el mínimo chance de lo imprevisto. Un guerrero nunca está ocioso ni tiene prisa.
En el camino del conocimiento siempre estamos peleando con algo, evitando algo, preparados para algo; y ese algo es siempre inexplicable, más grande y poderoso que nosotros.
El mundo está en verdad lleno de cosas temibles, y nosotros somos criaturas indefensas rodeadas por fuerzas que son inexplicables e inflexibles. El hombre común en su ignorancia, cree que puede explicar o cambiar esas fuerzas; no sabe realmente como hacerlo, pero espera que las acciones de la humanidad las expliquen o las cambien tarde o temprano. El brujo, en cambio, no piensa en explicarla ni en cambiarlas; en vez de ello, aprende a usar esas fuerzas. El brujo se ajusta los remaches y se adapta a la dirección de tales fuerzas. Ese es su truco. La brujería no es gran cosa cuando le hallas el truco. Un brujo apenas anda mejor que un hombre de la calle. La brujería no le ayuda a vivir una vida mejor; de hecho yo diría que le estorba; le hace la vida incomoda, precaria. Al abrirse al conocimiento, un brujo se hace más vulnerable que el hombre común. Por un lado, sus semejantes le odian y le temen y se esfuerzan por acabarlo; por otro lado, las fuerzas inexplicables e inflexibles que a todos nos rodean, por el
derecho de que estamos vivos, son para el brujo la fuente de un peligro mayor.
Un brujo, al abrirse al conocimiento, pierde sus resguardos y se hace presa de tales fuerzas y solo tiene un medio de equilibrarlo: su voluntad; por eso debe sentir y actuar como un guerrero.
Solo como un guerrero es posible sobrevivir en el camino del conocimiento. Lo que ayuda a un brujo a vivir una vida mejor es la fuerza de ser guerrero.
La gente esta ocupada haciendo lo que la gente hace. Esos son sus resguardos.
Un guerrero se da cuenta de esto y lucha para parar su habladuría. Debes usar tus oídos a fin de quitar a tus ojos parte de la carga. Desde que nacimos hemos estado usando los ojos para juzgar al mundo. Hablamos a los demás, y nos hablamos a nosotros mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.
Un guerrero se da cuenta de que el mundo cambiará tan pronto como deje de hablarse a sí mismo. El mundo es “así y así” o “así y asá” solo porque nos decimos a nosotros mismos que esa es su forma. Si dejamos de decirnos que el mundo es así o asá, el mundo deja de ser así o asá.
Tu problema es que confundes el mundo con lo que la gente hace. Pero tampoco en eso eres el único. Todos lo hacemos. Las cosas que la gente hace son los resguardos contra las fuerzas que nos rodean; lo que hacemos con gente nos da consuelo y nos hace sentirnos seguros; lo que la gente hace es por cierto muy importante, pero solo como resguardo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos con gente son solo resguardos y dejamos que dominen y derriben nuestras vidas. De hecho, podría decir que para la humanidad, lo que la gente hace es más grande y más importante que el mundo mismo.
El mundo es incomprensible. Jamás lo entenderemos; jamás desenredaremos sus secretos. Por eso debemos tratarlo como lo que es: ¡un absoluto misterio! Pero un hombre corriente no hace esto. El mundo nunca es un misterio para él, y cuando llega a viejo está convencido de que no tiene nada más porque vivir. Un viejo no ha agotado el mundo. Solo ha agotado lo que la gente hace. Pero en su estúpida confusión cree que el mundo ya no tiene misterios para él. ¡Que precio tan calamitoso pagamos por nuestros resguardos! Un guerrero se da cuenta de esta confusión y aprende a tratar las cosas debidamente. Las cosas que la gente hace no pueden, bajo ninguna condición, ser más importantes que el mundo. De modo que un guerrero trata el mundo como un interminable misterio, y lo que la gente hace como un desatino sin fin.

Carlos Castaneda del Libro Una realidad aparte (1971)

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