6 de diciembre de 2016

Pase, Señor, Elvio Romero



PASE, SEÑOR...
          
Pase, señor;
venga a ver este suelo, venga
por la fosforescencia de los verdes panales,
panales refrescados en las constelaciones;
orille usted las márgenes
de ríos que recogen claridad matutina,
donde las frescas aguas mojan los cocoteros.

No hallará aquí sino caminos,
escoriaciones rojas de sol, crepusculares,
vestigios carreteros y aturdidos;
algo insignificante, un niño hambriento,
un hueso calcinado, un perro;
pase, señor, pase, pase.

¡Decoración fragante,
olorosas esencias de la noche!
Luna en el nacimiento de los ríos
y en los ríos las ondas madereras
y en las madererías las frondas donde cuelgan
lentas vocinglerías del pico de los pájaros.

Descanse en este tronco,
sobre esa artesanía de elementales hierbas,
en los soleados círculos
de los agostaderos; sorba jugos
de cocos y raíces,
el jugo natural de las pulpas carnosas.

Recogerá entre matas
medianoche de sombra en las ojeras,
la recóndita pena que hiere las cortezas,
el lacerante agobio
que resbala en los brazos como un niño dormido.

Vea también, señor,
el hipar de los verdes aguachares,
donde están chapoteando resuellos trepidantes
de atardeceres olorosos,
melancólicos ojos en las gobernaciones
susurrantes de los bosques atávicos,
la suspensa opulencia de las fibras frutales
como amarillas lenguas que mojan las estrellas.

Y lo mejor, los hombres;
Búsquelos cualquier día en los caminos,
por el feudo feraz de los amaneceres
o en las capitanías del rocío,
sencillos como un árbol,
como los frescos himnos de los antiguos ríos,
estelares, estelas verdaderas.
Pase, señor, pase, pase.


Elvio Romero
De Resoles áridos 1950 

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