Mi memoria y una
caminata larga
Robusta, como la garganta
de un trueno
mi memoria trabaja
hurgando en la embriaguez
de los viñedos, del descanso,
cansada de no hacer nada
o de fabricar sueños o de pintar
geranios en el amanecer.
Mi memoria capta:
Sombras
Puños de arena
de una orilla
que no es un desierto
sino una cápsula
de río serrano.
Canto de pájaros
que son como un
concierto nuevo,
que no se quiere
quedar en el delgado
aire del espacio rural,
que rueda y rueda
como una polvareda
en la inmensa gramilla
de mi valle,
el breve llamado
de una soledad
que huele a polvo
de certezas.
Aquí el trueno se detiene,
se desgrana
como un gajo
de memorias viejas,
y siembra semillas
de una humildad confesa
Mi memoria
casi sal en las caminatas
de mis huesos
que lleva palabras
en la sangre.
He vivido en un país
liviano.
lejos de los difíciles
inventos de la memoria, de todos,
cerca del árbol completo,
cerca del bosque compartido,
cerca de la selva salvajemente
sencilla como un abrir
y un cerrar de ojos,
como apellidos tan comunes
como mirar un canto
cada mañana
cuando el sol
levanta sus pestañas.
Yo andaba descalzo
y sin apuro
buscando los huesos
que otros dejaron
creciendo al amparo
de las crecientes,
deteniéndome
en el mirador
de las primeras mañanas:
de los últimos alaridos.
He sembrado,
he bebido,
elevé mi mirada al cielo
y tengo la potestad
de autorizar mi posición
de árbol inclinado.
He caminado,
la memoria
camina
como una lluvia negra.
Estos pueblos
sostenían,
apenas con un tronco,
la suavidad
del cielo.
Y mis padres
con ellos.
Y yo caminaba
bebiendo la embriaguez
de los días.
Cosas así
me sucedieron.
Rafael Horacio López
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