7 de junio de 2016

En el fondo del pozo, Vicente Aleixandre

EN EL FONDO DEL POZO

Allá en el fondo del pozo donde las florecillas
donde las lindas margaritas no vacilan
donde no hay viento o perfume de hombre
donde jamás el mar impone su amenaza
allí allí está quedo ese silencio
hecho como un rumor ahogado con un puño

Si una abeja si un ave voladora
si ese error que no se espera nunca
se produce
el frío permanece
El sueño en vertical hundió la tierra
y ya el aire está libre

Acaso una voz una mano ya suelta
un impulso hacia arriba aspira a luna
a calma a tibieza a ese veneno
de una almohada en la boca que se ahoga
¡Pero dormir es tan sereno siempre!
Sobre el frío sobre el hielo sobre una sombra de mejilla
sobre una palabra yerta y más ya ida
sobre la misma tierra siempre virgen

Una tabla en el fondo oh pozo un número
esa lisura ilustre que comprueba
que una espalda es contacto es frío seco,
es sueño siempre aunque la frente esté cerrada

Pueden pasar ya nubes Nadie sabe.
Ese clamor ¿Existen las campanas?
Recuerdo que el color blanco o las formas
recuerdo que los labios sí hasta hablaban

Era el tiempo caliente -Luz inmólame-
Era entonces cuando el relámpago de pronto
quedaba suspendido hecho de hierro
Tiempo de los suspiros o de adórame
cuando nunca las aves perdían plumas

Tiempo de suavidad y permanencia
Los galopes no daban en el pecho
no quedaban los cascos, no eran cera
Las lágrimas rodaban como besos
Y en el oído el eco era ya sólido

Así la eternidad era el minuto
El tiempo sólo una tremenda mano
sobre el cabello largo detenida
Oh sí, en este hondo silencio o humedades
bajo las siete capas de cielo azul yo ignoro
la música cuajada en hielo súbito
la garganta que se derrumba sobre los ojos
la íntima onda que se anega sobre los labios
Dormido como una tela
siento crecer la hierba el verde suave
que inútilmente aguarda ser curvado
Una mano de acero sobre el césped
un corazón un juguete olvidado
un resorte una lima un beso un vidrio

Una flor de metal que así impasible
chupa de tierra un silencio o memoria



Vicente Aleixandre, de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.

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